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domingo, 26 de agosto de 2018

[Historia] La VIIII legión Hispana


De la Legión VIIII Hispana podemos encontrar mucha especulación, pero relativamente de poca información certera.

 

La creación de la legión VIIII Hispana y sus primeros años

Tiene su origen, como en la mayoría de las legiones, en el periodo de guerras civiles que fueron causa del final de la República romana.

La VIIII Hispana es una de las unidades del ejército de Julio César que utilizó para la conquista de las Galias entre los años 58 y 51 a.C. Más tarde, participó en las campañas militares del emperador Augusto en el territorio noroccidental de la península Ibérica (29-19 a.C.) habitado por cántabros y astures.

A la finalización de esta campañas, sobre el año 19 a.C., la VIIII Hispania marchó la frontera de Panonia (provincia romana que incluía territorios de las actuales Hungría, Austria, Croacia, Serbia, Eslovenia, Eslovaquia y Bosnia-Herzegovina).
De su estancia en el Danubio destaca la participación de la VIIII en el amotinamiento de tres legiones estacionadas allí tras el ascenso al trono del emperador Tiberio en el año 14 d.C.

En el año 20 d.C., la VIIII Hispana fue transferida a la provincia de África como refuerzo de la legión III Augusta, para reforzar el contingente militar durante la rebelión del númida Tacfarinas (20-24 d.C.).
Su estancia se prolongó hasta el año 24 d.C., tras lo cual regresó de nuevo a la provincia de Panonia.

 

Los títulos y el emblema de la legión VIIII

La legión VIIII dispuso de diversos títulos a lo largo de su historia.
Se sabe que, a través de diferentes inscripciones y noticias, esta unidad tuvo el epíteto de VIIII Triumphalis derivado, seguramente, de su participación en un triunfo militar celebrado en Roma por Julio Cesar en el año 46 a.C.
Esta designación fue sustituida más tarde por el título de VIIII Macedónica, debido, posiblemente, a la intervención de la unidad en la batalla de Farsalia en el año 48 a.C. o en la de Filipos en el 42 a.C.

Fue durante su estancia en Hispania cuando la legión VIIII adoptó el título de Hispaniensis (‘estacionada en Hispania’), designación que fue modificada finalmente por VIIII Hispana (‘oriunda de Hispania’), muy probablemente tras su marcha de esta provincia hacia Panonia.

Por lo que respecta al emblema de la legión, aunque no se tiene ninguna evidencia certera de cuál pudo ser el distintivo utilizado por la VIIII Hispana, es posible que éste fuera el del toro, un animal asociado con la diosa Venus, el ancestro legendario de los Julios, el linaje al que pertenecía Julio César, el fundador de la legión.




La conquista de Britania

La legión VIIII partió de Panonia hacia el año 42-43 d.C., para unirse a las fuerzas que el emperador Claudio estaba reuniendo con el objetivo de iniciar la conquista de Britania.
El mando de este ejército de invasión fue concedido a Aulo Plautio, hasta entonces gobernador de la provincia de Panonia, por lo que escogió esta legión para acompañarle hasta su nuevo destino.

Esta campaña de conquista de Britania so supuso un gran reto para las tropas romanas, ya que el principal objetivo no era apoderarse de toda la isla sino, más bien, acabar con el poderío de la tribu de los trinovantes, situada en la costa oriental britana, cuya actividad antirromana llegó a amenazar, incluso, el territorio romano continental.

La VIIII Hispana fue una de las cuatro legiones, junto a la II Augusta, la XIV Gemina y la XX Valeria Victrix, que participó en esta primera fase de la conquista de Britania, aunque también actuó en las siguientes campañas de consolidación y ampliación del dominio romano.

En el año 60 d.C., el poder romano en Britania sufrió un importante revés con la rebelión de la reina Boudica (60-61 d.C.), alzamiento provocado, entre otras razones, por la pésima gestión de la administración romana en la isla. Boudica era la viuda de Prasutago, rey de la tribu britana de los icenos, pueblo aliado de los romanos. Al morir su esposo sin descendencia masculina, los romanos se negaron a reconocer los derechos de su viuda y de sus hijas al trono iceno. El despiadado trato recibido hacia ellas llevó a Boudica a rebelarse contra el poder romano, insurrección a la que se sumaron tribus vecinas como la de los trinovantes, muy sometidos, pero no erradicados, y con ganas de venganza.

La legión VIIII Hispana fue la primera que luchó contra los rebeldes britanos, enfrentamiento en el que sufrió fuertes bajas, llegando a perder hasta 2.000 hombres, tras lo cual tuvo que retirarse a su campamento base en Lincoln (Lindum).
Los rebeldes fueron finalmente derrotados por las fuerzas romanas cerca de la ciudad de Londres (Londinium), tras lo cual la provincia fue nuevamente pacificada.
Las bajas sufridas por la VIIII Hispana fueron reemplazadas con legionarios provenientes de las guarniciones establecidas en las provincias germanas.


Pero a la muerte de Nerón, en el año 68 d.C., todas las legiones destinadas en Britania se vieron afectadas por los enfrentamientos militares posteriores.
Cuatro fueron los emperadores que se sucedieron en Roma en menos de un año (Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano).
Las tres legiones estacionadas en aquellos momentos en Britania contribuyeron con contingentes de pequeñas cantidades o vexillium (“bandera”, unidad romana de rango menor a una legión y que tenía carácter temporal), para engrosar en el ejército de Vitelio para enfrentarse primero a Otón, su rival en Italia, y más tarde a Vespasiano.
Aunque fue éste último el que acabó imponiéndose a los otros candidatos, tras lo cual resultó nombrado nuevo emperador en el año 69 d.C.

Durante el periodo de gobierno de Vespasiano (69-79 d.C.), la VIIII Hispana participó, junto al resto de las legiones establecidas en Britania, en el nuevo avance hacia el norte y el oeste de la isla, sometiendo los territorios de las actuales Gales y parte de Escocia, aunque ésta última tan solo temporalmente.
Esta nueva subcampaña militar obligó hacia el año 70 d.C. a la VIIII Hispania a reemplazarse, abandonando su campamento base de Lindum (Lincoln) y estableciéndose en Eburacum (York).

Entre los años 79 y 96 d.C., el interés por Britania decayó durante los reinados de sus de Vespasiano, Tito (79-81 d.C.) y Domiciano (81-96 d.C.).
El nuevo interés de Roma era el de reforzar la defensa y consolidación de la frontera del Rin.
Para ello, ya en el año 83 d.C., el emperador Domiciano reclamó importantes contingentes de la legión VIII Hispana para luchar en Germania contra los catos, a los que venció en ese mismo año.
Más tarde se sumaron nuevas “vexilaciones” suministradas para hacer frente a la constante amenaza en las fronteras del Rin y del Danubio, movimiento que incluyó el traslado de la legión II Adiutrix desde Britania en el año 87 d.C.


La incertidumbre del final de la VIIII Hispana

La última noticia que se tiene de la presencia de la VIIII Hispana en Britania, es del año 107-108.
Ésta no es otra que una inscripción hallada en Eburacum (York), que informa de la participación de la legión en la reconstrucción de una de las puertas del campamento en el que estaba asentada.

Y es a partir de esta fecha que se pierden las inscripciones sobre la legión.
Solo algunos datos dispersos nos indican que la unidad siguió unos pocos años más, aunque no sin esclarecer que le pasó.
Además en la inscripción del año 162 d.C. (ILS 2288; CIL VI 3492, A, B.), en la se enumeran las 28 legiones en activo en esos momentos, y su ubicación, ya no aparece la VIIII Hispana.

Esta desaparición en los registros oficiales romanos de la VIIII Hispania, ha generado un gran interés entre los historiadores de la época, ha suscitado la creación de literatura y películas que hacen referencia a esa desaparición de una forma más o menos romántica, en busca de un final épico para la “legión perdida”.

A principios del del siglo XX, el historiador y arqueólogo británico Francis J. Haverfield lanzó la hipótesis de que la legión VIIII Hispana podría haber sido destruida o disuelta tras algún desastre militar acaecido en el norte de Britania o incluso en Escocia ( F. J. Haverfield, The Roman Ocupation of Britain, Oxford, 1924.).
Esta hipótesis es la base sobre la que desarrolla la escritora Rosemary Sutcliff en la novela que escribió sobre el tema (El Águila de la novena legión, 1954).


Águila de bronce hallada en las excavaciones arqueológicas en la ciudad de Silchester.

Sutcliff utiliza esta hipótesis, conocedora del descubrimiento, en el siglo XIX, de un águila de bronce en las excavaciones arqueológicas en la ciudad de Silchester.
Un poco más tarde de la primera edición del libro, en el año 1955, el arqueólogo e historiador Ian Richmond también aportó otra hipótesis en la que la VIIII legión Hispana fuera disuelta por Adriano durante su visita a la provincia britana en el año 122 tras haber sufrido la unidad diversas derrotas.

 

Datos históricos del posible final de la VIIII Hispana

Uno de los primeros escenarios donde se ubica el final de la legión VIIII Hispana es en la propia provincia de Britania.
Allí se produjo, durante los años iniciales del reinado de Adriano (117-119) cierta agitación de la que no estamos muy bien informados.
Sería, con esta hipótesis donde la VIIII Hispana hallaría su fin al ser derrotada por los britanos en el norte de la isla, aunque no se dispone ninguna prueba de ello.
Es por esta inseguridad por la que en el año 122 d.C. se inicia la construcción del muro de Adriano.

Pero una nueva evidencia nos situa a la VIIII Hispana a partir del año 108. Un mortero (mortarium) hallado en Holdeurn, cerca de Nimega, (la antigua ciudad de Noviomagus) en el este de los Países Bajos, que posee un sello de la legión VIII Hispana, así como dos tejas estampadas con una inscripción parecida a la anterior halladas en la propia ciudad de Nimega, un altar dedicado a Apolo erigido por el prefecto de la VIIII Hispana hallado en la ciudad alemana de Aquisgrán, así como una inscripción anónima de un tribuno de la legión VIIII que sirvió en ella estando ésta asentada en la Baja Germania y diversas inscripciones de oficiales que sirvieron en la legión en años posteriores al 120 d.C.
La datación de algunos de estos hallazgos, al menos de aquellos con una cronología más segura, ha puesto en duda la destrucción o disolución de la unidad en una fecha anterior al 120s.C.
Si esto fuera cierto tiraría por tierra la idea de la destrucción de la legión en Britania durante los primeros años del reinado de Adriano (117-119).

Otros datos epigráficos han puesto en duda este final de la legión. Entre ellos se hallan las carreras militares y políticas (cursus honorum) de diversos oficiales que sirvieron en la VIIII Hispana en fechas posteriores. He aquí la información que poseemos sobre ellos:
L. Emilio Caro, tribuno laticlavii (o primer tribuno) de la legión a mediados de la década de los años 20 del siglo II.
L. Novio Crispino, laticlavii que sirvió en la legión no antes del 130 d.C.
Annio Sextio Florentino, legado de la VIIII en el año 123 d.C.
M. Cocceio Severo, que sirvió como primipilo (el centurión de la primera centuria de la primera cohorte de una legión romana) de la unidad hacia el año 126 d.C.

Otra hipótesis es que con la rebelión judía de Bar-Kokhba, enfrentamiento conocido como la II Guerra judeo-romana (132-135), el emperador Adriano estuvo obligado a desplazar unidades militares de otras provincias para hacer frente a los rebeldes, otorgando la dirección de las operaciones al hasta ese momento gobernador de Britania Julio Severo.

Algunos historiadores defienden la hipótesis de que la VIIII Hispana pudo partir en el año 134 hacia Judea junto con el gobernador de la provincia, en la que tras sufrir numerosas bajas la unidad sería disuelta.
Sin embargo, aunque el traslado de Julio Severo sí que está documentado por las fuentes, no pasa lo mismo con la posible marcha de la VIIII Hispana. A esto se le debe sumar que a la llegada de Julio Severo a Judea en el año 134, los rebeldes judíos estaban demasiado debilitados para hacer frente al contingente militar romano y, mucho menos, para infligirle una derrota fatal a una legión.

Una nueva hipótesis sobre el final de la VIIII Hispana cogió fuerza tras el descubrimiento en el año 1972 de un diploma militar datado el 8 de febrero del año 161 d.C. durante el consulado de Quinto Numisio Junior.
Este cónsul se creyó que era el mismo que el conocido por otra inscripción con el nombre de Q. Camurio Numisio Junior, del cual sabemos que fue tribuno de la legión VIIII Hispana, aunque no los años exactos en los que ejerció este cargo.
Esta hipótesis ha llevado a los historiadores a buscar un nuevo escenario temporal adecuado para ubicar el final de la legión, esta vez entre el año 140, data fijada con el cursus honorum de Numisio Junior, y el 162 d.C., fecha de la inscripción de Marco Aurelio. Este nuevo escenario se ha situado en el desastre de Elegeia (Armenia) del año 161, donde, según Dión Casio una legión romana fue destruida a manos de las tropas partas dirigidas por el general Cosroes.


Aun así, la única certeza que se tiene es que la legión VIIII no fue destruida ni disuelta en Britania en época del emperador Adriano, en el año108, aunque si sabemos que ya no estaba en activo en el año 162, ya que no aparece en la famosa inscripción al inicio del reinado de Marco Aurelio.

Referencia:

Imágenes:

jueves, 9 de agosto de 2018

[Historia] Castigos y recompensas en la legion romana.



Los legionarios romanos, siempre ciudadanos romanos, conservaban en tiempos de paz un alto grado de libertad ante sus oficiales.
Pero en tiempo de guerra, se encontraban sujetos a una obediencia ciega, y sometidos a terribles castigos en caso de desobediencia.

Los castigos se pueden dividir según su gravedad.
Los castigos leves, como llegar tarde a la formación o llevar el uniforme sucio o en mal estado, recibían castigos humillantes, como realizar guardias suplementarias o recibir cebada en vez de trigo para su alimentación.
En ocasiones, se obligaba al reo a pasar todo el día ante la puerta del campamento, vestido solo con una túnica, sin armas y llevando solo un puñado de hierba en la mano.
El encargado de aplicar los castigos físicos era el centurión. Su emblema era un bastón de madera de vid, que le otorgaba el derecho a golpear a ciudadanos romanos.


Otros castigos leves eran de tipo económico: multas y retrasos en los pagos al legionario, degradación y cambio de unidad, un legionario podía ser trasladado a una unidad auxiliar, con el descenso de paga y prestigio que eso suponía.
El responsable de la detención de un legionario culpable de un delito menor era el stator, ayudado por el quaestionarius, encargado de aplicar la tortura.

Si una unidad entera, una cohorte o una centuria desobedecía, también se le aplicaba colectivamente el castigo de dormir fuera del campamento, o se les alimentaba solo con cebada.

Faltas mas graves, como dormirse en una guardia o tratar de desertar, se castigaban con una paliza o fustuarium, aplicada por los propios compañeros.


Fustuarium

O con prisión, aunque en tiempos de guerra se aplicaba la pena de muerte.
La pena individual más grande era para quienes huían de campo de batalla o perdían el estandarte del águila. Entonces el legionario era expulsados con deshonor y perdían todos sus emolumentos acumulados.

Antes de Trajano, el peor castigo colectivo  era la decimatio,
Si una unidad retrocedía sin motivo ante el enemigo, se escogía a uno de cada diez legionarios y se le mataba a palos o a pedradas, ante la vista de sus compañeros.


 Decimatio.

Por un lado está el castigo, pero también había recompensas.

Los oficiales podían recompensar a los buenos legionarios con ascensos y condecoraciones, lo que se conoce como dona militaría.
Se podía obtener un ascenso dentro de la misma unidad, por ejemplo, pasar de ser signifer a aquilífer, cambiar de unidad, pasar de una unidad auxiliar a una cohorte legionaria, o incluso ascender en el escalafón, pasando de simple legionario a centurión o duplicarius, que recibía el doble de la paga básica.
En ocasiones, el buen comportamiento se recompensaba con la dispensa de realizar tareas rutinarias, temporalmente o durante todo el tiempo de servicio en el ejército, pasando a ser inmunis.
No hacían guardias, no iban a por agua, no limpiaban el campamento, etc,
En ocasiones especiales, los soldados recibían del emperador recompensas en oro o plata.

Las condecoraciones podían dividirse en dos tipos, según se entregaran a simples soldados o a oficiales.
A los soldados se les entregaban como recompensa por una hazaña (ob uirtutem) una especie de medallas (phalerae ) collares (torques )o brazaletes (armilla ).
Las phalerae se concedían en grupos de nueve o de siete, eran discos metalicos decorados con cabezas de león, o cabezas de dioses y espiritus del inframundo, que se colocaban sobre un arnes de correas de cuero.


Phalerae.

Torques y armilla eran piezas de origen bárbaro, con los que el ejército romano había tomado contacto durante los años de expansión romana.
Celtas, escitas y persas llevaban collares como adornos o símbolos de su rango. El origen del uso de estas piezas por los romanos se remonta a la invasión gala del 361 a.c., cuando en la batalla del rio Anio, un enorme guerrero galo se enfrento en un combate singular a un soldado romano, Tito Manlio.


                                                                      Tito Manlio.

Tito Manlio derroto al galo, y solamente despojo al cadáver de una cadena que portaba alrededor del cuello. A partir de entonces, la familia Manlio adopto el sobrenombre de torquatus y el torque (collar) como símbolo de la familia.
                          Moneda conmemorativa de la familia Manlio Torquatus.

Para los primeros romanos, llevar brazaletes (armilla) era un signo de afeminamiento, ya que los brazaletes eran portados exclusivamente por mujeres. Solo los hombres que hubieran ganado un brazalete en batalla solían llevarlos. Solo tras contactar con tribus bárbaras, el uso del brazalete como elemento decorativo se extendió entre los romanos.
Como excepción, y como premio destinado a quien mostraba un valor extraordinario, se  concedían coronas. Estas coronas eran de distinto tipo, según la hazaña realizada. Coronas “muralis” para quien asaltaba un muralla en primer lugar, coronas “cívicas” para quien salvaba la vida de algún importante ciudadano romano, coronas “navalis“ por un éxito marítimo, etc.
A los oficiales no se acostumbraba a recompensarlos por una hazaña aislada, sino por su participación en una campaña (o incluso en alguna de las guerras civiles).
Se tenía derecho a coronas, estandartes de caballería (vexillum) y hasta pura (lanzas ceremoniales), cuyo número variaba sobre todo dependiendo del cargo que ocupaba el premiado dentro de la jerarquía del ejército.

En cada tumba de cada soldado romano encontrada, se puede distinguir que condecoraciones obtuvo durante su vida militar:
Por ejemplo, tumba de Sixto Vibio Galo, encontrada en Bitinia
Se puede ver un estandarte, cinco lanzas ceremoniales, una corona aurea y dos coronas muralis.

O la tumba de Cayo Alio Omoriens, en Vindonissa.
Se pueden ver 3 coronas aureas, dos torques,2 armilla y un phalerae de 9 piezas.

domingo, 15 de julio de 2018

[Historia] El campamento legionario


Después de una jornada dura de andar desplazándose, la legión romana, a media tarde, hacia un alto y montaban el Castra Aestiua.

El Castra Aestiua es el campamento fortificado que se montaba y desmontaba allí por donde pasaban las legiones, para no quedar al raso de la noche, ya que era el momento más vulnerable.

El origen de estos campamentos fortificados no era romano, sino Epiro. Durante una batalla del ejército romano contra las huestes del Rey Pirro, los soldados romanos asaltaron con éxito uno de sus campamentos. Esto les costó en sobre manera, ya que fue un campamento rodeado de empalizada y que había sido levantada en cuestión de horas, por lo que estudiaron su disposición y montaje, pasando a imitarlo. 

Escogiendo la ubicación
Dentro de la legión romana, existía el metator, persona encargada de escoger el mejor emplazamiento para ubicar el campamento provisional. El Metator marchaba con una pequeña escolta, bastante adelantado por delante de la columna del ejército.
Un suelo en pendiente era siempre preferible a uno totalmente horizontal, ya que facilitaba la evacuación del agua de lluvia y evitaba los encharcamientos.
Debía haber cerca agua potable, preferiblemente un rio navegable, para poder ser abastecidos con suministros continuados, en caso de asedio.
Y sobre todo, debía alejarse el campamento de cualquier altura desde la que el enemigo pudiera arrojar fácilmente proyectiles contra la guarnición.
Una vez decidió el lugar, se plantaba un abandera blanca donde se colocará la tienda del cónsul, el praetorium, que además indicaba cual era el centro del campamento.

Montando el campamento
Una vez se llega a la ubicación determinada por el metator, el agrimensor colocaba una groma, herramienta que permitía hacer divisiones en ángulos de 90º.
Este determinaba por donde irían las vías y de marcaba donde iría la empalizada, a a unos 400 metros del praetorium. Las vías delimitaban el espacio interior en zonas rectangulares, en cuyo interior se instalarán, al finalizar, las tiendas de los legionarios.

Al trabajo del montaje del campamento, se le asignaba a la mitad de las tropas, mientras el resto se ocupaba de vigilar y estar atentos ante cualquier posible ataque enemigo.

Para levantar el campamento, se empezaba por aplanar el suelo.
Después, se excavaba un foso (fossa ), en forma de v, de 3 metros de profundidad y 4 o 5 de ancho. La tierra extraída se utilizaba para formar un terraplén (agger) de 1,25 metros de altura aproximadamente. Y la parte frontal de este terraplén se cubría con ramas y hierba extraída de la zanja.
Por encima del agger se construía la empalizada (vallum), con troncos de madera, ramas o incluso de piedra.
Las puertas recibían una atención especial, ya que eran el punto más débil de las defensas, por donde el enemigo intentaría acceder en primer lugar. Solían construirse en el mismo material que la valla, y podrían ser de dos tipos :

Titulum - Los soldados levantaban un pequeño obstáculo paralelo al recinto, situado exactamente en el eje de paso.

Clauicula – Se realizaba una prolongación de las murallas hacia el interior y el exterior, formando dos cuartos de círculo.
Ante cada puerta se colocaba un grupo de velites, llamados custodii, para prevenir un ataque sorpresa, y centinelas (excubiae ) montaban guardia  a lo largo de la muralla.


Distribución del campamento
Se construían torres a intervalos determinados, donde se colocaban las piezas de artillería, como balistas o catapultas.
Entre el vallum y el campamento en sí, se dejaba un espacio vacío (interuallum) que permitía los desplazamientos rápidos de la guarnición en caso de ataque.


Desde el pretorium se trazaba una calle (vía pretoria) hasta la puerta principal (porta pretoria), y hacia el otro lado hasta la porta decumana, la puerta trasera.
Transversal a la calle principal, se determinaba la vía principalis, que separaba la parte de mando y administración del campamento, de las tiendas de los legionarios. A cada extremo de esta vía se situaban la porta principalis dextra y la sinistra.

La zona cercana a la Porta Pretoria, se ubicaban la praetentura, en la que se colocaba el cuartel general de la legión, un foro de reuniones o foro y el quaestorium, donde se guardaban los prisioneros y el botín.
También se colocaba a la primera cohorte, cerca de la porta, para proteger esta zona del posible ataque del enemigo. Se ponía a la primera cohorte, ya que estaba compuesta de los legionarios más veteranos y combativos. Toda esta área estaba bajo la supervisión directa del praefectus castrorum, el prefecto del campo.

En esta zona se ubicaba también la tienda del cónsul (praetorium), al lado de los estandartes e insignias de la legión, guardados en el sacellum.
También estaban la tienda hospital (valetudinarium), la tienda del veterinario (veterinarium), las tiendas para guardar el grano y otros alimentos (horreum) y la tienda para los herreros (fabrica).
Por la noche, desde la puesta de sol al amanecer, la tropa que se encargaba de la vigilancia del campamento, se dividía en cuatro grupos iguales llamadas vigilae, y la contraseña de cada noche (signum), establecida por el tribuno, que se la pasaban entre los centinelas en pequeñas tabletas de madera (teselas).



El hecho de que todo el campamento y sus defensas exteriores se construyesen cada tarde y se destruyese a la mañana siguiente indica que cada legionario y cada oficial sabían perfectamente su cometido y lo realizaba sin perder tiempo, lo que a su vez implicaba un adiestramiento altísimo.

Fuente e imágenes:
http://historiaparanodormiranhell.blogspot.com.es/2012/11/castra-aestiua-el-campamento-legionario.html

domingo, 1 de julio de 2018

[Historia] Estandartes de la legión romana.


Como ya he indicado en los anteriores artículos, las legiones romanas eran el orgullo del senado y de los ciudadanos libres.
Durante un largo periodo de tiempo, bien porque aprendían nuevas tácticas, bien porque hacían suyas nuevas armas de guerra, las legiones fueron uno de los cuerpos de élite más disciplinados que un ejército podría tener.
Y efectivos.

Los legionarios estaban perfectamente entrenados para maniobrar en el campo de batalla.
Pero para ello, era vital que la transmisión de órdenes entre mandos y  tropa fuera rápida y segura.

Para conseguir que la tropa estuviese atenta a las órdenes que daban sus mandos durante el combate, se disponía básicamente de dos sistemas: visual y sonoro. (Poco ha cambiado hasta nuestros días).


Ordenes Sonoras
Aunque no es el tema del artículo, considero interesante el explidcar por encima este método de dar órdenes.
Respecto al sonoro, los legionarios debían estar atentos, además de las órdenes directas de los mandos, a los diversos toques musicales que los mandos superiores pudiesen indicar.

En las legiones se usaban dos instrumentos; el Tubus o Tuba recta debía ser obedecida por todos los soldados, sin excepción, ya que daba la señal de asalto o retirada, así como también la salida del campamento.


Para su sonido, escuchar https://youtu.be/0-Qqv8Ux850

El cornu o Tuba curba, ofrecia un sonido diferente al que se podía escuchar durante los combates y se utilizaba para mandar señales a los portadores de los estandartes.


Para su sonido, escuchar https://youtu.be/TZppWeq8bUQ


Estandarte
Durante el combate, los soldados nunca debían perder de vista sus estandartes,
Cada legión contaba con un aquila (águila), a la que se rinde culto y que es portada por un aquilifer.

Antes de la reforma de Mario, en el siglo 2 a.c., se utilizaban también otros simbolos, como minotaruos, lobos o caballos, posiblemente mostrando los diferentes orígenes tribales de donde se reclutaban los legionarios.
El águila de cada legión era venerada como un objeto sagrado, y cuando no estaba en combate era colocada en el sacellum, en el centro del campamento legionario.
El sacellum también albergaba el tesoro del regimiento o aerarium.
Perder el águila era considerado la mayor de las desgracias y por esta razón era celosamente protegida por los soldados, que arriesgaban sus propias vidas por la seguridad del águila.

Durante la época imperial, cada legión también portaba como símbolo además del águila el imago, un pequeño busto del emperador, que llevaba un imaginifer.
Imaginifer y Signifer

Cada manipulo (dos centurias) poseía un signum, llevado por un signifer, que mostraba el camino a seguir en la marcha y el combate.
El signum estaba compuesto de varios discos (phalerae ) colocados sobre un poste en vertical. El numero de discos que llevaba cada signum correspondía con el numero que ocupaba el manipulo dentro de la cohorte. El 2º manipulo llevaría dos discos, el 3º tres discos, etc.
También se incluían, arriba o debajo del grupo de los discos, la placa con el nombre de la unidad que lo portaba, coronas de laurel que indicaban las acción exitosas realizadas y el signo del zodiaco, que indicaban el mes de creación de la legión.

Si en el extremo superior del signum se colocaba una punta de lanza o una mano, esto indicaba que se trataba de la centuria principal del manipulo.

Además del Aquila, el imago y el signum, tenían tres o cuatro vexillum, un cuadrado de tela rojo en el que se inscribía el número de legión, que era portado por vexillifer, y se dotaba de él a los destacamentos que se separaban de la legión, para alguna misión encomendada.
En este estandarte cuadrado además del número de la legión se solía añadir el símbolo secundario de dicha legión, por ejemplo, la II itálica llevaba una loba, al IV Flavia un león, la IV Macedónica un toro, etc.

A partir del Siglo 2 dC, tras la derrota y asimilación por parte del ejército romano de las tribus sármatas, se eliminó el aguila y se empezó a usar el draconarius, también llamado draco.
El draco estaba hueco, para permitir que el paso del aire por el interior moviera unas telas de color.



Fuentes: 

jueves, 14 de junio de 2018

[Historia] Composición de las legiones romanas



Un poco más de Historia
El ejército romano no siempre fueron legiones.
En el momento de la fundación de Roma, la ciudad estaba rodeada por los etruscos al norte, samnitas al este, sabinos al oeste y los griegos al sur.
Los etruscos utilizaban un sistema militar muy parecido al griego, casi exclusivamente con infantería, aunque con algo más de caballería.
Los samnitas y los sabinos no tenían una estructura clara; bueno directamente no existía estructura militar alguna, ya que iban a la guerra por clanes o tribus, todos a la misma altura en una única fila, ya que todos querían tener el privilegio de ser los primeros en combatir. El lo que tiene el honor y el prestigio de esa época.

Es esa época, la masa de soldados estaba formada exclusivamente por campesinos, que iban prácticamente desnudos al combate, con alguna coraza de cuero, muchas lanzas y pocas espadas.
En la Roma monárquica solo iban a la guerra medianamente equipados los ricos y las clases medias.
Equiparse para ir a la guerra era caro.
Por ello cuando se iba a la guerra se hacían levas entre los campesinos. Cuando terminaba la guerra, los campesinos volvían a sus casas a seguir trabajando la tierra.

El punto de inflexión en el que se determina la creación de las legiones, fue a raíz del asedio a la ciudad de Veyes, en el año 396 a. C., por el Dictador Marco Furio Camilo.
Este asedio de la ciudad etrusca duro 10 años, por lo que los campesinos que inicialmente se presentaron para una guerra corta, tuvieron que quedarse en el ejército todo ese tiempo, cobrando y convirtiéndose en profesionales con mucha experiencia.
Así nació la Legión, que traduciendo del latín, LEGIO significa escogidos.
 
Primeras Legiones. Su composición
Al principio, la legión romana constaba de unos 5000 soldados: 3000 de infantería pesada, 1000 de infantería ligera y otros mil entre caballería y auxiliares.
Era pagada por el estado, por lo que iba mínimamente uniformada: llevaban la misma túnica todos los soldados. Aunque los ciudadanos libres y otros más pudientes, podían llevar una Toga encima, para poder distinguirse entre la chusma.

En el momento de crear las primeras legiones, ya se conformaron con varias clases de tropa, dependiendo del armamento o la función militar que desempeñasen :
- En primera fila estaban los VELITES. Eran los más jóvenes, armados con armas arrojadizas, básicamente hondas, una espada corta y un pequeño escudo circular. Al entrar en combate, arrojaban todo lo que tenian a sus enemigos y se retiraban rápidamente.


- La segunda fila la formaban los HASTATI, que llevaban lanzas (PILUM), espada corta y un escudo grande. Sus defensas eran un casco de cuero, una placa de cobre en el pecho y unas glebas en las piernas.


- La siguiente fila la formaban los PRINCEPS. Jóvenes pero veteranos. Llevaban el mismo armamento ofensivo que los HASTATI, pero mucha mejor defensa, ya que incluía una cota de malla.


- Al final de la formación, se encontraban los veteranos, los TRIARI. Estos formaban al estilo griego, en falanges.


- Y los auxiliares, llamados ROTARII. Era infantería ligera auxiliar que formaban entre los Triari para tapar los huecos entre falanges.



Primeras Legiones. Su estructura
La unidad básica de la legión era la DECURIA, formada por 10 soldados.
Seis decurias formaban la CENTURIA.
Dos centurias, era un MANIPULO.

Una legión típica de la época estaba formada por 10 manípulos de velites, otros diez de hastati y otros diez de princeps. Además de una reserva de 10 manípulos de triarios.

Al mando de cada centuria se encuentra el CENTURIÓN, y al mando de la legión un Centurión Primipilus y un legado. 


Esta era la estructura táctica básica de la legión antes de la reforma de CAYO MARIO y de SILA, alrededor del año 100 a.c.





Legiones de Mario.
Después de esta reforma de Mario,las cosas cambiaron un poco.
La tropa pasaron de enrolar a soldados con dinero, a reclutar a todo el mundo.
El servicio en la legión pasa a durar 25 años. Al finalizar este periodo, eran jubilados y se les conceden tierras en las fronteras del imperio y una pensión.

Los legionarios pasaran a llevar todos cota de malla, un gran escudo, un casco de bronce y el gladius hispaniensis.


Las centurias pasan a ser de 80 hombres, 2 centurias siguen siendo un manipulo y se crea la unidad COHORTE, que consta de tres manípulos (480 hombres).
Y la legión son 10 cohortes.


Cada centuria llevaba un estandarte (signifer ),un ayudante del centurión (optio),un trompetero (cornicem ) y un tesario, que se encargaba del santo y seña.
Al principio, a cada legión le acompañaba un grupo de auxiliares de los pueblos amigos conquistados. Tras la reforma de Mario, como los romanos carecen de infantería ligera, a los auxiliares de les encomienda esa función.

Augusto, en el año cero, creará tropas auxiliares profesionales: arqueros cretenses, caballería númida y honderos baleares, principalmente.
La unidad básica, denominada antes como decuria, pasa a llamarse CONTUBERNIO y se reduce a 8 hombres. Los legionarios solían llevar consigo a su mujer y unos cuantos esclavos.

Inicialmente solo se podían reclutar 4 legiones, aunque en épocas de guerra se llegaron a reclutar hasta 25, como en la segunda guerra púnica.
A partir de las reformas de Mario, se pudieron reclutar hasta 15 legiones a la vez.
Los reclutas debían pasar un examen médico antes de ingresar y su periodo de entrenamiento  duraba cuatro meses. En este periodo de entrenamiento debían soportar marchas de 36 kilómetros en seis horas cargados con sus armas y equipo, un total de aproximadamente 30 kilos de peso.
Por eso les llamaban “las mulas de Mario”.


Las legiones se alojaban en campamentos que construían cada día, en unas pocas horas, después de largas marchas.
Se construía un foso  y se instalaban las tiendas de cada contubernio.


Algunos campamentos llegaron a convertirse permanentes, popr lo que poco a poco se iban mejorando sus defensas y construyendo murallas de piedra.
Alrededor de ellos crecieron auténticas ciudades con todo lo que el legionario podía necesitar: burdeles, tabernas, casas para la familia, etc.
Uno de estos campamentos que terminó convirtiéndose en ciudad, ha sido la ciudad española de León, que fue sede de la VI Legión Victrix y la VII Legión Gemina.

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