domingo, 30 de marzo de 2014

Las cruzadas - y 4

Las Cruzadas (VIII): La Séptima Cruzada

Al finalizar los diez años de tregua firmados durante la Sexta Cruzada, Ricardo de Cornualles y Teobaldo IV de Champagne se dirigieron a Jerusalén para mantenerla bajo su custodia. Sin embargo, en el año 1244 los turcos la saquearon, profanaron los restos de antiguos reyes cruzados y masacraron a más de 30.000 cristianos. Esto abrió la puerta para organizar la séptima cruzada y recuperar la Tierra Santa, nuevamente.


La séptima cruzada fue predicada por el Papa Inocencio IV durante el Concilio de Lyon, y su dirección fue encargada a Luis IX de Francia.


El rey Luis IX de Francia, a quien posteriormente se le conoció como San Luis, pasó tres años organizando el ejército cruzado, que llegó a tener 35.000 hombres. Partió desde Marsella en el año se 1248. Hizo escala en Chipre antes de atacar Egipto.



Los Mongoles conquistaron la ciudad de Bagdad, bajo el dominio de Al-Mustaim, último Califa de Bagdad. Esto puso fin a la dinastía Abasida. En junio de 1249, el ejército de San Luis recuperó la ciudad de Damieta e intentó conquistar la ciudad de El Cairo, con el único fin de controlar el paso en el Nilo. Los musulmanes reaccionaron tomando los suministros de alimentos de los cruzados. Esto provocó hambre y enfermedades.

En el Cairo se llevó a cabo la batalla de Mansurah o batalla del Campo de sangre, donde las tropas de Luis IX fueron atacadas por los mamelucos en una sangrienta batalla. A los cruzados no les quedó más opción que replegarse. Sin embargo, al ir en retirada, San Luis y su ejército fueron tomados prisioneros y llevados a Al-Mansur. La esposa del monarca, quien se encontraba en Damieta, tuvo que pagar un rescate de 800.000 piezas de oro, entregar la ciudad de Damieta y el territorio egipcio conquistado, para que el rey pudiera ser puesto en libertad.


Al salir de su cautiverio, San Luis emprendió su viaje hacia Palestina, junto a su hermano Carlos D´Anjou, Rey de Nápoles. Permaneció por cuatro años en Tierra Santa, tiempo durante el cual liberó a los prisioneros cristianos.


Las Cruzadas (IX): La Octava Cruzada (1270)


 
Entre 1250 y 1260, las disputas entre los mercaderes genoveses y los venecianos provocaron el abandono de los dos puertos sirios, lo cual fue aprovechado por los egipcios. Así, entre 1265 y 1268 los mamelucos, comandados por Baibars, conquistaron Galilea, Antioquía, Torón y Arsuf.


El entonces rey de Francia, Luis IX (futuro San Luis), se decidió a organizar una nueva cruzada tras el ofrecimiento del rey de Túnez, Muley Mostansah, de convertirse al cristianismo y crear una base militar en Túnez para atacar Egipto.


En 1270 se organizó la expedición que embarcó en el puerto de Aguas Muertas, Francia, con dirección a Túnez. Pero al llegar el rey Luis descubrió que el tunecino le había engañado, por lo que decidió sitiar la ciudad. Durante el asedio los cruzados sufrieron una epidemia de peste que provocó la muerte de muchos, entre ellos el propio Luis IX, su hijo y el legado pontificio.


A la muerte de Luis, el nuevo rey Felipe III asumió el mando de la cruzada. Logró un acuerdo con el rey tunecino por el que se establecía el libre comercio con Túnez y se garantizaba la residencia para monjes y sacerdotes en dicho territorio. Tras el acuerdo Felipe se embarcó y una tormenta destruyó varias naves pereciendo más de 4.000 cruzados. Los supervivientes se negaron a seguir al rey francés.


Poco después, en 1274, el Papa Gregorio X exhortó a otra cruzada, y aunque algunos soberanos prometieron participar en ella, nunca se llevó a cabo.



Las Cruzadas (X): La Novena Cruzada (1271-1272)



La Novena Cruzada se considera la última gran cruzada medieval emprendida. Tuvo lugar en 1271–1272 después del fracaso de Luis IX de Francia para capturar la ciudad de Túnez en la Octava Cruzada.


La Novena Cruzada fue emprendida por el futuro Eduardo I de Inglaterra, y comenzó con las noticias de que el sultán mameluco de Egipto, Baybars, había reducido el Reino de Jerusalén, el más importante estado cruzado, a una pequeña franja de tierra entre Sidón y Acre.


En 1271 y principios de 1272 Eduardo luchó contra Baybars después de firmar alianzas con algunos de sus oponentes, como los mongoles. En 1272 Eduardo entabló contacto para firmar una tregua, pero Baybars trató de asesinarlo. Entonces Eduardo comenzó los preparativos para atacar Jerusalén, pero cuando estaba listo para el asedio llegó la noticia de la muerte de su padre, Enrique III de inglaterra. Eduardo, como heredero al trono, decidió regresar a Inglaterra y firmó un tratado de paz con Baybars. Así concluiría la Novena Cruzada y última de las cruzadas de las Edad Media.


La expedición organizada por el Príncipe Eduardo de Inglaterra estuvo falta de recursos y de tropas. Sin embargo, consiguió una tregua de diez años y casi veinte años de supervivencia de los reinos cristianos de Oriente. Después de concluidas las treguas, en 1291, los mamelucos conquistaron todos los territorios cristianos en Siria.


Con la Novena Cruzada acababa el período de las Cruzadas en "Tierra Santa", 208 años después de que el Papa Urbano II predicase la Primera Cruzada.

 


Fuente:



miércoles, 12 de marzo de 2014

Las Cruzadas - 3

Y seguimos con la historia de las cruzadas.
LA QUINTA CRUZADA (1217-1221)



Hacia 1210, en el momento más esplendoroso del Medievo en Occidente, algunas voces empezaron a criticar la situación. El fiasco de la Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla, la persecución sangrienta contra los cátaros, los enfrentamientos entre Francia e Inglaterra, la inestabilidad política en Alemania y la atomización de Italia eran los principales problemas de la cristiandad, que parecía haberse olvidado de Tierra Santa. No obstante, allá seguían llegando peregrinos a los que había que atender, y con creces, pues muchos se quedaban un año e incluso más; buena parte de ellos pagaba su estancia enrolándose en el ejército como mercenarios.

Las órdenes de templarios, hospitalarios y del Santo Sepulcro mantenían sus actividades gracias a las rentas que les llegaban de sus encomiendas de Europa, pero daba la impresión de que el papado y los reyes cristianos habían renunciado a recuperar Jerusalén. La tensión fue en aumento y el ancestral odio que se profesaban mutuamente templarios y hospitalarios estalló de modo violento en 1217, produciéndose entre ambas órdenes enfrentamientos armados en las calles de algunas ciudades de Palestina, con muertos por ambos bandos. La animadversión recíproca ya no desaparecería nunca.

Inocencio III, tal vez a petición de los templarios, decidió predicar una nueva cruzada, ahora sí contra el islam, pero mientras la estaba preparando murió en 1216 sin haber llegado a convocarla. Lo hizo su sucesor, Honorio III. Los templarios fueron informados de inmediato y pusieron en marcha una gigantesca campaña en busca de fondos para financiarla. El éxito fue considerable. En apenas un año lograron recaudar la fabulosa cifra de un millón de besantes, la moneda de oro bizantina, con los cuales iniciaron la construcción de la que iba a ser su más imponente fortaleza en Palestina, el famoso castillo Peregrino, en la localidad de Athlit, unas pocas millas al sur de la ciudad de Haifa, donde hasta entonces sólo tenían una atalaya denominada torre Destroit.

Templario y Hospitalario

A la llamada del papa respondieron franceses, alemanes, austríacos y húngaros, con su rey Andrés a la cabeza, que además dejó su reino en custodia del maestre provincial de Hungría, un caballero templario llamado Pons de la Croix. El volumen de tropas era considerable, pero la logística fue un desastre. Nadie había previsto la manera en que tantos soldados iban a desplazarse al otro lado del Mediterráneo, de manera que cada cual hizo el viaje como pudo. Las tropas que lograron llegar se concentraron en Acre, donde templarios y hospitalarios aguardaban para unirse a ellas. Eran bastantes, y además cada grupo obedecía sólo a su señor, con lo que no hubo manera de organizar una fuerza homogénea. Además, el rey Andrés de Hungría se marchó enseguida: apenas tocó Tierra Santa, se dedicó a comprar todo tipo de reliquias -hasta una jarra con la que Cristo convirtió el agua en vino en las bodas de Caná-, declaró que había cumplido su voto de cruzado y regresó a su reino.

En las últimas semanas de 1217 siguieron llegando más y más cruzados hasta que su número fue considerado suficiente para emprender la campaña militar. Con muchas reticencias por parte de los nobles llegados de Europa, al fin se decidió que el rey Juan de Jerusalén dirigiera el ejército. La campaña militar de la Quinta Cruzada tenía como objetivo Egipto, donde radicaba el poder del Imperio mameluco. El plan consistía en destruir las bases musulmanas en el delta del Nilo e intentar la conquista de El Cairo. La ocupación de la ciudad de Damieta, en el gran brazo oriental del río, era vital para continuar hacia El Cairo. Los cruzados llegaron al delta en la primavera de 1218. Durante un año, en el que sufrieron todo tipo de penalidades, se mantuvieron firmes, hasta que el 21 de agosto de 1219 decidieron ocupar Damieta. Como solía ser habitual, templarios y hospitalarios fueron los primeros en lanzarse al asalto. El resultado fue cincuenta templarios y treinta dos hospitalarios muertos, y el ataque rechazado. Dos testigos de excepción estaban presentes ese año en el delta del Nilo. Por un lado, el templario alemán Wolfram von Eschenbach, a quien le impresionó tanto el arrojo de sus hermanos en la Orden que a su regreso a Alemania escribió el poema épico Parsifal, en el cual convirtió a los templarios en los guardianes del Santo Grial.

Honorio III

El otro gran personaje era Francisco de Asís, considerado como un santo en vida, que viajó desde Italia con el convencimiento de que mediante la palabra y la buena voluntad se podía poner fin a tantas muertes y tantas guerras. En aquella plétora de guerreros, mercenarios y aventureros, el santo de Asís debía de ser el único que creía realmente que los conflictos podían resolverse mediante el diálogo y el entendimiento mutuo. A los templarios, las ideas de Francisco de Asís debieron de parecerles como de otro mundo. Ellos eran los guerreros de Dios, los soldados de Cristo, y estaban allí para defender a la cristiandad y para matar musulmanes. Así constaba en el discurso que les dedicara San Bernardo de Claraval y eso era lo que les habían enseñado y para lo que estaban aleccionados.

El asedio de Damieta acabó de manera inesperada. Los defensores musulmanes, aislados y sin alimentos, fueron muriendo de hambre y de enfermedades. Allí falleció, víctima de la fiebre, el maestre Guillermo de Chartres el 26 de agosto de 1218. Cuando los cruzados se dieron cuenta de lo que estaba pasando, se acercaron con cautela a la ciudad y la tomaron sin apenas lucha. Ya no quedaban hombres vivos o sanos. El sultán de Egipto ofreció un pacto: entregarles Palestina a cambio de la paz y de la devolución de Damieta, además de reintegrarles la Vera Cruz.

No se llegó a un acuerdo y se reanudaron las hostilidades. Los cruzados dominaban parte del delta del Nilo, pero estaban atrapados en un terreno pantanoso que además se inundaba cada año con las crecidas del río. En el verano de 1220 los musulmanes abrieron los canales aguas arriba y toda la zona se inundó, causando un enorme desconcierto en los cruzados, que iniciaron una desordenada retirada. Miles de musulmanes cayeron sobre ellos provocando una matanza. Los cruzados capitularon y abandonaron Egipto. La Vera Cruz, que el sultán había ofrecido devolver a los cristianos, no apareció.



LA SEXTA CRUZADA (1228 - 1229)


Tras el fracaso de la Quinta Cruzada, el emperador Federico II de Hohenstaufen firmó el Tratado de San Germano (1225), por el que se comprometía a llevar una cruzada hacia Tierra Santa, pero por razones políticas había retrasado en varias ocasiones el inicio de su viaje a Jerusalén. Cuando en el año 1227, debido a una enfermedad se vio obligado a posponer la cruzada una vez más, fue excomulgado por El Papa Gregorio IX. Sin embargo, al año siguiente, Federico fue a Jerusalén, mientras que el Papa se refería a él como "Anticristo". Esta cruzada fue la única que tuvo éxito.

El emperador Federico II emprendió camino hacia Jerusalén con un ejército relativamente pequeño, habría llegado hasta Acre en septiembre del año 1228 y en febrero del año 1229 celebró un acuerdo con al-Malik al-Kamil, nieto de Saladino y sultán ayubí, con el que mantuvo relaciones diplomáticas y de amistad. Los cristianos recuperarían Belén, Nazaret, Sidón y Torón (Ahora Tibnin), además de Jerusalén, exceptuando la Cúpula de la Roca que es sagrada para el Islam, y los bandos beligerantes acordarían una tregua de 10 años. Por el contrario, los cristianos reconocerían la libertad de culto para los musulmanes en las ciudades cristianas. Debido a esto, el Papa excomulgó a Federico II una vez más.

El 18 de marzo de 1229 Federico II de Alemania recibió la corona de Rey de Jerusalén con motivo de su matrimonio con Isabel de Brienne, a pesar de la oposición del clero local y de casi todos los señores feudales. Esta coronación formal no era auténtica, ya que Federico II estaba marcado por la excomunión, lo cual no le permitía participar en ceremonias religiosas.

 Federico II


El Tratado de Paz fue una demostración de apertura y tolerancia de Federico II hacia los árabes y el Islam. El Sultán al-Kamil también tuvo motivos políticos para negociar con los cristianos, ya qué estaba preparando una campaña contra su hermano al-Mu'azzam de Damasco y no quería ser perturbado por las iniciativas de los cruzados.

El Tratado fue de importancia mundial, ya que hubo un compromiso entre los intereses de Oriente y de Occidente. Entre sus consecuencias, se produjo un enorme aumento de los intercambios culturales y comerciales entre el levante y el poniente. Sin embargo, sólo podría mantenerse siempre y cuando el sultan al-Kamil permaneciera con vida y Federico II fuera capaz de ejercer su influencia en el Reino de Jerusalén. Los descendientes de estos líderes causaron un contraste entre el mundo cristiano y el mundo islámico.

Federico II permaneció durante algunos meses en Tierra Santa, intentando, sin éxito, poner orden a la situación del reino de Jerusalén. La relación con el papado, sin embargo, no mejoró mucho. El Papa estaba decepcionado por la efímera victoria y una Jerusalén a merced de los musulmanes, desmilitarizada, sin murallas e indefendible. El Papa también se sentía decepcionado por la solución diplomática de Federico II, pero la razón quizás más importante de esta decepción fue el resentimiento del Papa por el nuevo éxito de aquel emperador que amenazaba su supremacía en la región de Italia.

La Sexta Cruzada fue un éxito: Jerusalén fue una vez más cristiana y Federico II demostró que los estados cruzados se podrían mantener por otros medios que no fuesen militares.

Pero quedaron atrás muchos problemas sin resolver. Las fortificaciones de Jerusalén no se reconstruyeron, y la ciudad estaría a merced de los musulamanes después de la culminación de la tregua de 30 años acordada.

Después de la partida de Federico II y del fin de la tregua, el Reino de Jerusalén fue reconquistado por las fuerzas islámicas en 1244.

Fuente:
- http://paseandohistoria.blogspot.com/2012/06/las-cruzadas-vii-la-sexta-cruzada-1228.html

jueves, 6 de marzo de 2014

Las Cruzadas - 2

La Tercera Cruzada (1189-1192)

Mapa de la Tercera Cruzada
Después de la infructuosa segunda Cruzada, la situación de los Estados cristianos de Oriente continuó suscitando serios temores. Las luchas intestinas entre los príncipes, las intrigas cortesanas, las disputas de las órdenes religioso-militares y los intereses privados, constituían causas de debilidad para los cristianos y favorecían la nueva ofensiva de los musulmanes. Antioquía y Jerusalén -los centros más importantes de las posesiones cristianas- carecían de fuerzas suficientes para defenderse sin ayuda ajena. Nur-ed-Din Mahmud, enérgico soberano de Siria, se adueñó de Damasco y en la segunda mitad del siglo XII amenazó Antioquía. Pero el verdadero peligro provino de Egipto, donde el kurdo Saladino, jefe de talento y político sutil y de amplias miras, había derribado al último Fatimita, fundando la dinastía Eyubida. A la muerte de Nuredin, Saladino conquistó Siria y gran parte de Mesopotamia, amenazando así el reino de Jerusalén por el Este, el Sur y el Norte.

En aquella época Jerusalén era presa de turbulencias que Saladino no desconocía. Informado de que una caravana musulmana, con la que viajaba su hermana, había sido atacada por los cristianos, Saladino pasó la frontera del reino de Jerusalén y en 1187, junto al lago de Tiberíades, en Hittin (Hattin), batió a las tropas cristianas. El rey de Jerusalén y otros príncipes reinantes cayeron prisioneros. Saladino ocupó varias plazas del litoral, como Beirut, Sidón, Jaffa y otras, impidiendo de este modo la llegada de refuerzos a los cristianos. Después marchó sobre Jerusalén, que sin gran dificultad tomó en otoño del mismo año (1187). De manera que todos los sacrificios de Europa y todo su entusiasmo religioso no habían servido de nada. Jerusalén había pasado de nuevo a manos de los infieles y se imponía una Cruzada más.

En 1187 el Papa Gregorio VIII convocó una nueva Cruzada. A la Cruzada pronto se unieron Enrique II de Inglaterra y Felipe II Augusto de Francia. Más tarde también se unió el emperador Federico I Barbarroja.

La respuesta al llamamiento a la Cruzada fue buena, porque había un gran fervor religioso en toda Europa. Los reyes de Inglaterra y Francia acordaron una tregua en la guerra que les enfrentaba, e impusieron a sus respectivos súbditos un "diezmo de Saladino" para financiar la empresa. En Gran Bretaña, Balduino de Exeter, arzobispo de Canterbury, viajó a Gales, donde convenció a 3.000 guerreros de que tomaran la cruz.

Enrique II de Inglaterra murió el 6 de julio de 1189, tras ser derrotado por su hijo Ricardo y el rey de Francia. Ricardo I, más conocido por su sobrenombre "Corazón de León", heredó la corona y de inmediato comenzó a recaudar fondos para la Cruzada.

Federico I Barbarroja fue el primer rey en partir hacia Tierra Santa, en mayo de 1189. Federico había reunido un ejército tan numeroso que no pudo ser transportado por el Mar Mediterráneo, y tuvo que atravesar a pie Asia Menor. El 10 de junio de ese mismo año, al atravesar el río Saleph, Federico cayó de su caballo y se ahogó por la pesada armadura. Su hijo Federico VI llevó a su ejército a Antioquía, y dio sepultura a su padre en la iglesia de San Pedro de dicha ciudad. En Antioquía, muchos de los supervivientes del ejército alemán murieron de peste bubónica.

Asedio de San Juan de Acre
Los cruzados ingleses llegaron a Acre desde donde se dirigen hacia Jaffa a través de la costa. Algunos kilómetros a las afueras de Acre la caballería turca de Saladino atacó la parte posterior de la formación cruzada pero el ataque fu repelido.
El avance de la columna cruzada se vería entorpecido por el continuo acoso sarraceno. El hostigamiento duró varios días hasta que llegaron a Haifa. El campamento cruzado fue instalado junto al río recibiendo las provisiones de la flota que avanzaba por la costa.

Al amanecer del 7 de septiembre de 1191 los cruzados levantaron su campamento y cruzaron el río Rachetaillee, encontrándose con un gran ejército sarraceno que bloqueaba su avance. El ejército sarraceno se dirigió hacia el flanco izquierdo cruzado y Ricardo procedió a la organización de su ejército en cinco divisiones.
La caballería turca de Saladino, apoyado por lanceros árabes y arqueros nubios, continuó su ataque al flanco izquierdo pero Ricardo aguantó y contuvo el ataque, esperando el cansancio de las monturas sarracenas.

Ricardo I 'Corazón de León'
A media tarde los caballeros hospitalarios y franceses no resistieron la presión y se lanzaron a la carga contra el ala derecha de la caballería de Saladino. Ante el éxito inicial Ricardo envió a los templarios, bretones y angevinos en una segunda carga hacia el flanco izquierdo sarraceno. Viendo los resultados del contraataque cruzado, Saladino envió a su guardia personal a la lucha. Los cruzados aguantaron una vez más el empuje y continuaron con su ataque lo que provocó la derrota de buena parte de las tropas sarracenas mientras que el resto se dispersó hacia las colinas cercanas a Arsuf. Las bajas de Saladino se cifraron en unos 7.000 soldados.
Después de la victoria los cruzados se dirigieron hacia Jaffa sin oposición, alcanzando la ciudad en tres días. Desde allí se dirigieron a Jerusalén, llegando hasta 20 kilómetros de la Ciudad Santa. Debido a las fuertes defensas, a la cercanía del ejército de Saladino en la retaguardia y al mal tiempo reinante, el rey Ricardo decidió retirarse hacia Ascalón.

La tercera Cruzada finalizaría con el pacto entre Saladino y Ricardo por el que se garantizaba a comerciantes y peregrinos el libre acceso a Jerusalén, manteniendo la ciudad en manos sarracenas. La franja de terreno entre Tiro y Jaffa quedaba en manos cruzadas al igual que la isla de Chipre.


La Cuarta Cruzada (1202-1204)

La Cuarta Cruzada tuvo lugar entre 1202 y 1204 y es también conocida como la "cruzada mercantil" por haber sido desviada de su propósito original por el duque de Venecia, Enrico Dandolo, quien promovió el saqueo de la ciudad de Zara (actual Zadar, Croacia) primero, y luego de Constantinopla, donde se fundó el Imperio Latino de Constantinopla.

En el año 1198 el Papa Inocencio III comenzó a predicar una nueva cruzada para recuperar Tierra Santa de manos de los musulmanes. La convocatoria tuvo cierto éxito entre la nobleza europea y la cruzada fue emprendida por Balduino IX, conde de Flandes, y Bonifacio II, marqués de Montferrat. El traslado de los ejércitos cruzados se llevó a cabo desde Venecia, república comercial que en aquel entonces mantenía una gran tensión con Constantinopla debido a la masacre y confiscación de bienes que sufrieron en 1182 los comerciantes venecianos como represalia por sus excesivos privilegios comerciales.

Si por un lado la pretensión papal de esta cruzada apuntaba a la destrucción del poderío musulmán en Egipto y luego en Jerusalén, por otro lado la tensión entre Venecia y los bizantinos acabaría por influir en el transcurso de las operaciones militares, cuyos objetivos se centraron cada vez más en Constantinopla. La ciudad Estado de Venecia influyó de manera determiante en el saqueo de Constantinopla debido a la intención de vengar la masacre de sus mercaderes. Además, Egipto tenía buenas relaciones en todos los niveles con Venecia.

Inocencio III
Los caballeros cruzados estaban en dificultades económicas para pagar los 85.000 marcos de oro que Venecia había exigido por el transporte de sus ejércitos hacia Egipto. Las tropas cruzadas estaban acampadas en la isla de Lido en espera de una solución al pago de la travesía, cuando recibieron una propuesta del duque veneciano Enrico Dandolo quien les propuso aplazar el pago de su deuda a cambio de que en lugar de rescatar Jerusalén con una incursión en Egipto, como era el plan original, ayudaran a los venecianos a reconquistar la ciudad de Zara.

Esta ciudad llegó a caer en el poder de los ejércitos cruzados en 1202, en contra de los deseos del papa Inocencio III, quién condenó enérgicamente la secularización de la Cuarta Cruzada e incluso excomulgó a los líderes venecianos.

Llegaron noticias Constantinopla de que el emperador Isaac II había sido derrocado por su hermano Alejo III. El hijo de Isaac II, de nombre Alejo IV, logró escapar y pidió ayuda a los cruzados para recuperar el trono, con lo que se tenían que desviar de su camino hacia Jerusalén e ir a Constantinopla. A cambio les prometió dinero y recursos del Imperio para la reconquista de Jerusalén.

En 1203 los cruzados tomaron Constantinopla y coronaron a Alejo IV como emperador de Bizancio junto con su padre, Isaac II. El papa Inocencio III acepta la situación, soñando con un acercamiento entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Los nuevos emperadores debieron establecer nuevos impuestos para el pago de las promesas hechas a los cruzados, lo que rápidamente produjo revueltas en todo el Imperio Bizantino.

Mapa de la Cuarta Cruzada
Alejo IV murió a manos de los bizantinos, lo que impulsó a Venecia para recuperar el poder en el Bósforo. Para ello contaron con el apoyo de los cruzados, que en abril del año 1204 atacaron Constantinopla de nuevo, lo que produjo tres días de masacres y saqueos en la ciudad.

Estatuas, mosaicos, reliquias y riquezas acumuladas durante casi un milenio fueron saqueados o destruidos durante los incendios. Se decidió crear un estado llamado Imperio Latino de Constantinopla, que sería sucesor del destruido Imperio Bizantino y heredero de él. Su primer monarca fue Balduino IX de Flandes.

Aunque debilitado el Imperio Bizantino no llegó a desaparecer. Recuperó su fuerza en el año 1261 cuando Miguel VIII Paleólogo, emperador de Nicea, toma el poder y hace renacer a Bizancio.

La tregua firmada durante la Tercera Cruzada (Cruzada de los Reyes) por Ricardo Corazón de León y Saladino en 1191 se mantuvo, a pesar de la desastrosa Cuarta Cruzada.


Fuentes:
- Artehistoria
- Biblioteca Tercer Milenio. Historia del Imperio Bizantino (Alexander A. Vasiliev)
- www.erain.es
- Wikipedia
- http://paseandohistoria.blogspot.com/search/label/Las%20Cruzadas
- Historia Universal


Para saber más:
Vidasdefuego.com - Biografía de Saladino, el defensor del Islam
MundoCity - La Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla
Edadmedia.cl - Inocencio III y la Cuarta Cruzada
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