lunes, 30 de abril de 2012

Primera Batalla de Wittmann en Normandía


Actualmente estoy leyendo el libro Día D. La batalla de Normandía, de Antony Beevor, editorial Crítica, Colección Historia, biblioteca Antony Beevor, el cual comenta históricamente que es lo que pasó realmente durante la invasión de Normandía por los aliados, durante la 2GM. A parte de una gran cantidad de despropósitos constantes, afortunadamente por ambas partes, hay un pasaje, entre las páginas 275 y 282, en la que se relata otra de las proezas del recién llegado del frente del Este del Obersturmfürer Michael Wittmann, que con 5 tigres, consigue detener el avance de la 7ª división de acorazados británicos “Las ratas del desierto” (la famosa batalla por la que los británicos, sólo mencionar su nbombre, temblarían). Pero mejor relatemos lo que pasó.

El General Sir Miles Christopher Dempse[ general en jefe del 2º Ejército Británico], dijo al General Sir George Erskine [jefe de la 7ª División “Ratas del desierto”], que [en vista de que la Panzer-Lehr Division bloquea la ruta de avance hacia Caen], se abriera paso hasta Villers-Bocage mandando delante al 11º de Húsares, un regimiento acorazado de reconocimiento. Pero en vez de hacerlo así, Erskine lo utilizó para que le guardara el flanco. Semejante decisión se revelaría un error gravísimo…
El hecho de que Erskine no mandara un destacamento de reconocimiento por delante, en vez de utilizarlo para guardarle el flanco, dio lugar a una de las emboscadas más catastróficas de la historia del ejército británico. La 22ª Brigada acorazada, capitaneada por su valeroso, aunque excéntrico comandante, el general Loony Hinde, avanzó a través del hueco que había sido identificado. Por la noche, la unidad que iba en cabeza, el 4º Regimiento Country of London Yeomanry (los Sharpshooten), ya había llegado a la carretera de Caumont, apenas al ocho kilómetros de Villers-Bocage. Los Sharpshooters permanecieron al acecho toda la noche en posición de defensa, junto con la compañía del 1º batallón de la rifle Brigade integrada en unidad.


Al amanecer, los Sharpshooters y su infantería bajaron por la carretera hacia su objetivo. Entraron en Villers-Bocage a las 8’00h del 13 de junio, y recibieron de la población local una acogida jubilosa. Los gendarmes del pueblo, luciendo sus uniformes de gala, tuvieron que apartar a la multitud que arrojaba flores a los tanques Cronwell y ofrecían sidra y mantequilla a modo de regalo a los ingleses. En medio de la alegría del momento, la toma de aquella estratégica localidad parecía demasiado fácil. Villers-Bocage, que dominaba el valle del Seulles y está apenas a dos kilómetros del río Odon, era una posición clave. A menos de veinte kilómetros al Sur estaba el Mont Pinçon, la cumbre más elevada de toda la región, mientras que Caen se encuentra a doce kilómetros al Este.
La única presencia enemiga que había sido detectada poco antes de que los ingleses entrarán en el pueblo había sido un carro alemán de ocho ruedas, pero había desaparecido antes de que el Cromwell más próximo pudiera girar su torreta. El general Hinde, que iba en un vehículo de reconocimiento sabía que para retener la localidad de manera  segura era preciso ocupar la altura situada a noroeste, denominada Colina213. El oficial al mando de los Sharpshooters, el teniente coronel Vizconde Cranley, quiso llevar a cabo un reconocimiento exhaustivo de la zona, pues habían sido avistados otros carros armados alemanes, pero Looney Hinde no estaba dispuesto a aceptar más retrasos. Así pues, la unidad de reconocimiento de tanques ligeros Stuart no fuer utilizada. Cranley envió por delante simplemente al Escuadrón A (el equivalente a una compañía) y, dejando en el pueblo al resto de tanques, salió en un vehículo de reconocimiento a echar personalmente un vistazo a la Colina 213.
En el bosquecillo próximo a la carretea por la que subían los Cromwell, estaban escondidos cinco Tiger del 110º Batallón de Tanques Pesados de la SS. Acababan de llegar al frente proveniente de Beauvais, al norte de París. El oficial que los comandaba era el Obersturmfürer Michael Wittmann, famoso ya como “As de los Blindados”. Se le atribuían 137 tanques “cazados” en el frente oriental, y había recibido la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble. Furioso por el bombardeo de las ciudades alemanas por los aliados, Wittmann había dicho a sus hombres: “Tenemos sólo un santo y seña: ¡Venganza!”.


Los Tigres de Wittmann eran los primeros refuerzos enviados para rellenar el hueco existente en la línea alemana. Los primeros elementos de la 2ª división Acorazada llegarían a la zona ese mismo día. De hecho, el 11º Regimiento de Húsares que cubría el flanco de la 22ª Brigada acorazada identificó su llegada a través del primer integrante del grupo en ser capturado. Un sargento y un soldado del 11º Regimiento estaban acechando a un francotirador cuando de pronto se vieron rodeados por una compañía de granaderos acorazados en semiorugas. Fueron conducidos a pie hacia la retaguardia, pero cuando nadie los veía, saltaron sobre su guardián, le quitaron el fusil y lo hicieron prisionero a su vez. La identificación del individuo en cuestión puso de manifiesto que pertenecía al 304º Regimiento de Granaderos Acorazados. Aunque Ultra [el Servicio de Inteligencia Británico] había advertido ya que la 2ª División Acorazada se acercaba, parece que esta prueba de su presencia en el flanco sur resultó una desagradable sorpresa para el General Erskine.

Al ver que el escuadrón de tanques Cromwell se detenía en aquel tramo de la carretera rodeado de empinados setos, Wittmann supo ver de inmediato la oportunidad. Algunos de los Sharpshooters que tripulaban los tanques habían bajado imprudentemente de ellos. Parece que este hecho llevó al artillero de Wittman que estaba observando la escena por el visor a comentar que los ingleses se comportaban como si ya hubieran ganado la guerra. Sin aguardar a que se le unieran los demás Tiger, Wittmann salió del bosque, se lanzó a toda velocidad en paralelo a la carretera, y abrió fuego. El cañón de 88mm de su Tiger destruyó un Cromwell tras otro. Los tanques Cromwell, mal diseñados, mal blindados y provistos de una artillería insuficiente, no tuvieron la menos oportunidad. Les costó trabajo incluso escapar del peligro retrocediendo, pues marcha atrás su velocidad era apenas de cuatro kilómetros por hora.

Tras sembrar el desconcierto entre el Escuadrón A que estaba en lo alto de la colina, el Tiger de Wittmann entró pesadamente en la población de Villers-Bocage. Apastó a un vehículo de transporte ligero armado con fusil ametrallador de la Rifle Brigade y empezó a bajar por la calle mayor. Se ocupó en primer lugar de los tanques del cuartel general de los Sahrpshooters, y luego se lanzó contra el Escuadrón B. 
Los tripulantes de muchos tanques habían bajado de sus vehículos y fueron incapaces de responder al ataque. Pero incluso los que lograron disparar directamente contra el Tiger comprobaron que su cañón de 75mm, de baja velocidad de salida, resultaba muy poco eficaz. Witmann regresó entonces a la Colina 213 para acabar el combate con el Escuadrón A y el destacamento de la Rifle Brigade.


Aquella tarde, Wittmann volvió a Villers-Bocage con los primeros elementos de la 2ª División Acorazada que llegaron a la zona. Esta vez los Sharpshooters y los cañones antitanque de la Rifle Brigade estaban preparados y el ataque fue repelido. Pero el General Erskine, que no había enviado apoyo suficiente por delante, le preocupaba ahora la amenaza que representaba la 2ª División Acorazada por suflanco sur excesivamente grande. En vez de reforzarla, decidió retirar a la 22ª Brigada acorazada de la precaria posición que ocupaba. Cuando aquella tarde salió de la población, la artillería británica lanzó una espesa cortina de fuego para cubrir la retirada. Pero los tripulantes de muchos de los tanques que habían sido puestos fuera de combate tuvieron que escapar a campo través y volver a las líneas británicas a pie…


Aunque realmente, los antitanques británicos que repelieron este segundo ataque, consiguieron inmovilizar al Tiger de Wittmann, el cual él y toda su tripulación tuvo que regresar a pie hasta el cuartel general de la 2ª División.


Saludos.
Burt.

domingo, 22 de abril de 2012

Guerra de trincheras - 1


La guerra de trincheras o guerra de posición es una forma de hacer la guerra, en la cual los ejércitos combatientes mantienen líneas estáticas de fortificaciones cavadas en el suelo y enfrentadas. La guerra de
trincheras surgió a partir de una revolución en las armas de fuego y a un incremento en su poder, sin que hubiese al mismo tiempo un aumento en la movilidad y en las comunicaciones. Hubo períodos de guerra
de trincheras en la Guerra Civil Estadounidense (1861-1865) y en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, pero llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Oeste de la Primera Guerra Mundial.

Trasfondo
Las fortificaciones son casi tan antiguas como la propia guerra. Sin embargo, debido al tamaño relativamente pequeño de los ejércitos y al poco alcance de las armas, tradicionalmente no era posible defender más que una distancia corta o una fortaleza aislada. Las grandes fortificaciones del mundo antiguo, tales como la Gran Muralla China o la Muralla de Adriano, eran excepciones a la regla general y en cualquier caso no se habían diseñado para evitar completamente que el enemigo cruzase al otro lado, sino para hacer de frontera que establecía el momento en el que el enemigo había cruzado el límite. También servían para evitar o entorpecer su huida.

Aunque avanzaron enormemente tanto el diseño de fortificaciones como el de armas en la segunda mitad del segundo milenio, la invención del arco largo, la aparición del mosquete e incluso la de la artillería no cambiaron substancialmente la regla de que una fortificación necesitaba de una gran cantidad de tropas para defenderla. Un pequeño número de tropas simplemente no podían mantener un volumen de fuego suficiente como para repeler un ataque decidido.

La guerra de asedio
La mayoría de las técnicas utilizadas en la guerra de trincheras habían existido ya muchos años antes para la guerra de asedio. Lo novedoso fue el empleo de dichas técnicas en campo abierto entre dos ejércitos.

En su Guerra de las Galias, Julio César describe cómo las legiones romanas levantaron dos inmensas paredes fortificadas alrededor de la ciudad durante la Batalla de Alesia. En la muralla interna, de unos 16 km (10 milla), mantenían a Vercingétorix y a sus fuerzas dentro de la ciudad, mientras que la muralla externa les protegía de los refuerzos, que les superaban en número y trataban de romper el asedio. Los romanos lograron mantener sus posiciones entre las dos paredes; y los galos, enfrentándose a la muerte por hambre, finalmente se rindieron una vez que sus refuerzos fueron derrotados por César. Tucídides describe un asedio similar, aunque sin éxito, en el sitio de Siracusa por los atenienses durante la Guerra del Peloponeso.

Una vez que se inventaron las armas de fuego, las técnicas fueron evolucionando hasta convertirse en el muy conocido ritual denominado siège en forme. El ejército atacante rodeaba una ciudad y luego emplazaba a la ciudad a rendirse. Si respondían negativamente, el ejército rodearía la ciudad con fortificaciones temporales para impedir contraataques del ejército defensor y la llegada de refuerzos. Los atacantes entonces construirían una serie de trincheras, paralelas a las defensas, y justo a la distancia de la artillería defensiva. Luego construían una trinchera en dirección a la ciudad haciendo un recorrido en zigzag, para evitar que quedase expuesta al fuego enemigo. Una vez estuviese dentro del alcance de la artillería, se cavaría otra trinchera paralela con emplazamientos para cañones. Si fuese necesario se utilizaría la primera artillería como cobertura, y el proceso se repetiría hasta que los cañones estuviesen lo suficientemente cerca como para acertar de pleno y abrir una brecha en las fortificaciones. De esta forma, las tropas de avanzadilla y las de apoyo podrían aproximarse lo suficiente como para explotar la brecha, a la vez que el proceso proseguía desde varios puntos y buscando una mayor aproximación. Después de cada paso del proceso, los asaltantes emplazarían a los defensores a la rendición, pero una vez que las tropas hubiesen alcanzado con éxito la ciudad a través de la brecha, los defensores no podrían esperar ninguna piedad. Estas técnicas fueron muy usadas por los tercios españoles, siendo un ejemplo clásico el sitio de Breda de 1625.

Los Pa māori
Los maoríes de Nueva Zelanda construyeron barricadas denominadas Pā en colinas y penínsulas pequeñas, siglos antes del contacto con pueblos europeos. Se asemejaban a las pequeñas fortalezas de la Edad del Hierro que aparecen en los paisajes británicos e irlandeses. Cuando los maoríes se encontraron con los británicos, desarrollaron el Pā, convirtiéndole en un efectivo sistema de trincheras, que sirvió de predecesor de desarrollos similares en América y Europa. En las guerras maoríes, el Pā moderno logró neutralizar durante un tiempo la gran diferencia entre los ejércitos, tanto en número como en armamento. En Ohaeawai Pā en 1845, en Rangiriri en 1864 y otra vez en Gate Pā en 1864, las fuerzas británicas y coloniales descubrieron que un ataque frontal sobre un Pā resultaba inefectivo y sumamente costoso.

En Gate Pā, durante la Campaña Tauranga en 1864,los maoríes aguantaron un bombardeo de un día de duración en sus refugios. Una autoridad calculó que Gate Pā había llegado a absorber en un día un mayor volumen de explosivos por m² que las trincheras alemanas en el bombardeo de una semana que precedió a la Batalla del Somme. Una vez destruida la empalizada, los británicos penetraron en el Pā, en donde los maoríes comenzaron a disparar desde trincheras escondidas, matando a 38 e hiriendo a muchos más en la batalla más costosa para los Pākehā de la guerra. Los maoríes abandonaron entonces el lugar.

Los Māori desarrollaron sus ideas del diseño del Pā en muy poco tiempo, desde la Edad de Piedra hasta el nivel de la Primera Guerra Mundial en poco más de 30 años.

Desarrollo
El primer desarrollo crítico para la aparición de la guerra de trincheras fue la introducción de los ejércitos de reclutamiento masivo, que aparecieron en la Revolución francesa y en las Guerras Napoleónicas. Antes de esto, los ejércitos consistían en un pequeño número de tropas que eran incapaces de defender un amplio territorio durante mucho tiempo. Las batallas eran breves, o degeneraban en guerras de asedio. La aparición de los grandes ejércitos hizo mucho más difícil que uno pudiese sobrepasar el flanco del otro, aunque todavía podía conseguirse, mediante cargas de caballería e infantería, que uno de ellos acabase rompiendo la formación del otro a través de un asalto directo. Un ejemplo de línea militar fortificada que se alargaba durante muchos kilómetros eran las líneas de Torres Vedras (1810), construidas por los portugueses bajo la dirección de los Ingenieros de la Armada Británica, durante la guerra contra Napoleón Bonaparte.

Lo que hizo que esta táctica fuese cada vez más suicida fue el desarrollo de armas de fuego cada vez de mayor poder a mediados del siglo XIX. Cuando comenzó la Guerra Civil Estadounidense, en 1861, se luchó con las mismas tácticas utilizadas en la era de Napoleón y durante siglos antes. Cuando la guerra llegaba a su sangriento final en 1865, se había convertido en un previo de la Primera Guerra Mundial, con trincheras, ametralladoras, fortificaciones de campo y bajas masivas. La batalla de Petersburg, cercana al final de la guerra, con sus trincheras y formaciones estáticas, contrasta con las primeras batallas, como la primera batalla de Bull Run, en donde las maniobras todavía eran posibles. Las famosas cargas de caballería, como la carga de Pickett en la batalla de Gettysburg, demostraron la inutilidad de un asalto directo contra una línea enemiga bien colocada.
Hubo dos factores principales para el cambio. En primer lugar, hubo una proliferación de rifles, que en la época se fabricaban por miles. Éstos eran efectivos al doble de distancia que los fusiles de la era Napoleónica y eran capaces de matar a enemigos a una distancia de 1 km. Además, permitían al tirador mantenerse a cubierto en una trinchera o detrás de algún obstáculo improvisado para poder disparar a un cuerpo de atacantes desde una distancia mucho mayor que la anterior. Los atacantes eran incapaces de cruzar lo suficientemente rápido como para evitar bajas en un número prohibitivo. Por otro lado estaba la persistencia en las tácticas en columna de las Guerras Napoleónicas, que incrementaban las bajas. Sólo a finales de la guerra se corrigió este error táctico de forma generalizada, disponiendo las tropas en abierto. Por ello, la primera respuesta al incremento en el poder de fuego, la cobertura, o la segunda, la dispersión, acabaron adoptándose. La tercera, la armadura, no era una opción contra las nuevas armas. No sería una opción válida hasta la invención de la combustión interna y los vehículos blindados.

También influyeron otros factores que fueron apareciendo después de la Guerra Civil Estadounidense. El primero fue el desarrollo del alambre de espino o de púas (inventado en 1874), que en sí mismo no causaba un gran daño a nadie, pero que podía ralentizar de forma crucial a una fuerza de ataque, y permitir a los defensores, con ametralladoras emplazadas estratégicamente, infligir graves pérdidas al enemigo. La segunda fue la mejora de la artillería, que de una u otra forma, había formado parte de la guerra desde la época clásica, y que desde la aparición de la pólvora hasta el desarrollo de la guerra de trincheras se había convertido en la mayor causa de bajas en la guerra. Fue suplantada sólo brevemente por el rifle. Con el desarrollo de los cañones de acero de retrocarga por Krupp, se recuperó gran parte de su capacidad de matar (como se demostró gráficamente en la Guerra Franco-prusiana de 1870-1871).

En tercer lugar está la introducción de las balas explosivas y, por último, los mecanismos hidráulicos de recarga, inventados por los franceses en el cañón de 75 mm M1897, que incrementaron significativamente la velocidad de disparo. Estos cambios aumentaron la efectividad de la artillería hasta un grado inimaginable en la década de 1870. Se creó una zona entre el atacante y el defensor, un espacio de "tierra de nadie" demasiado letal como para cruzarlo.

Implantación
Aunque la tecnología y los ejércitos de reclutas habían cambiado dramáticamente la naturaleza de la guerra, la mayoría de los ejércitos todavía no se habían dado cuenta de las implicaciones de los cambios. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los ejércitos se prepararon para un guerra breve, con tácticas y estrategias similares a las usadas en tiempos de Napoleón.

Sin embargo, en cuanto empezó la guerra, los alemanes y los aliados (principalmente los franceses y los británicos) pronto percibieron que con las armas modernas, cualquier lugar podía ser fácilmente defendido por un puñado de hombres de infantería. Como atacar frontalmente suponía una cantidad de pérdidas inaceptable, era esencial una operación de desborde por los flancos. Tras la batalla de Aisne en septiembre de 1914, se intentaron una serie de flanqueos y la ampliación de las líneas de defensa fortificadas para superar las del contrario, en lo que se conoció como la "carrera al mar". Los dos bandos cavaron lo que esencialmente era un par de trincheras desde la frontera suiza hasta el sur del Mar del Norte, en la costa de Bélgica. La guerra de trincheras prevaleció en el Frente Oeste desde el 16 de septiembre de 1914 hasta que los alemanes lanzaron su "Ofensiva de Primavera", Operación Michael, el 21 de marzo de 1918.

En el Frente Oeste, las pequeñas e improvisadas trincheras de los primeros meses pronto empezaron a crecer en profundidad y complejidad, creándose gradualmente vastas áreas defensivas interconectadas. El espacio entre las trincheras se denominaba tierra de nadie y variaba en distancia en función del campo de batalla. En el Frente Oeste era habitualmente de 100 a 300 yardas (de 90 a 270 m), y de sólo 30 yardas (27 metros) en algunos puntos. Tras la retirada alemana hasta la línea Hindenburg en marzo de 1917, se estrechó hasta casi un km en algunos lugares. En la batalla de Gallípoli, la distancia entre las trincheras se estrechó hasta sólo 15 m, lo que provocó una incesante guerra de granadas. En el Frente Este y en Oriente Medio, las áreas a cubrir eran tan grandes y las distancias a los suministros eran tan amplias, que la guerra de trincheras no se llegó a practicar.

La guerra de trincheras en los Alpes llegó a extenderse hasta la tercera dimensión, en desniveles verticales y en lo más profundo de las montañas, hasta alturas de 3.900 msnm. La gestión y los perfiles de las trincheras tuvieron que adaptarse al terreno escarpado, a las rocas y al clima. Algunos sistemas de trincheras se llegaron a construir en glaciares (por ejemplo, en los Dolomitas).

Sistema defensivo
 Al poco tiempo de comenzar la guerra, la estrategia defensiva británica sugirió un sistema principal de trincheras de tres líneas paralelas con cada línea conectada por trincheras de comunicación. El punto en el que una trinchera de comunicación hacía intersección con la trinchera frontal era de una importancia crítica, y normalmente se encontraba fuertemente fortificado. La trinchera frontal tenía una guarnición ligera, y normalmente sólo estaba ocupada por las tropas de guardia al amanecer y al anochecer. Entre 70 y 100 yardas (entre 63 y 90 m) más alejada se hallaba la trinchera de apoyo (o "de viaje"), que sería a la que retrocedería la guarnición en el caso de que la trinchera frontal fuese bombardeada. Entre 300 y 500 yardas (entre 270 y 450 m) más atrás se encontraba la tercera trinchera de reserva, en donde las tropas de reserva se podían juntar para un contraataque si las trincheras frontales eran capturadas.

Este sistema defensivo pronto se volvió obsoleto, a medida que fue creciendo el poder de la artillería. Sin embargo, en algunos sectores del frente, la trinchera de apoyo se mantuvo como señuelo para atraer el fuego enemigo lejos de las líneas frontales y de reserva. Se encendían fuegos para hacerla parecer habitada, y los daños producidos por las bombas eran reparados inmediatamente.

También se construían trincheras temporales. Cuando se planeaba un ataque a gran escala, se cavaban trincheras de reunión cerca de la trinchera frontal. Servían como refugio a las oleadas de tropas atacantes que seguirían a las primeras que dejaban la trinchera frontal. También se cavaban zanjas en dirección a la tierra de nadie con diversos propósitos, como conectar la trinchera frontal con un puesto de escucha cerca del enemigo, o servir de una zona de ataque avanzado para un ataque por sorpresa.

Cuando un lado de la línea frontal se curvaba hacia el enemigo, se formaba un saliente (una zona vulnerable al poder ser atacada desde varios flancos). La línea cóncava enfrentada a un saliente se denomina reentrada.


Detrás del sistema frontal de trincheras solía haber al menos dos sistemas de trincheras preparados al menos parcialmente. Los alemanes a menudo preparaban múltiples sistemas de trincheras redundantes. En 1916, su frontal de Somme mostraba dos sistemas completos de trincheras, separados a un kilómetro el uno del otro, con un tercer sistema parcialmente completo otro kilómetro más atrás. Esta duplicidad hacía que fuese virtualmente imposible atravesar las fortificaciones. En el caso de que la sección del primer sistema de trincheras fuese capturado, se cavaría una trinchera para conectar el segundo sistema con la parte del primero que todavía estuviese bajo control.

Los alemanes crearon una especie de ciencia en cuanto al diseño y construcción de defensas. Utilizaban hormigón armado para construir puntos estratégicos, así como refugios profundos, ventilados y a prueba de bombas. Estaban más dispuestos que sus enemigos a hacer una retirada estratégica a una posición mejor preparada defensivamente. También fueron los primeros en aplicar el concepto de "defensa en profundidad", en donde las líneas frontales tenían cientos de metros de profundidad y contenían una serie de puestos de avanzada en lugar de una trinchera continua. Cada avanzada podía dar fuego de apoyo a sus vecinos, y si bien los atacantes tenían libertad de movimientos entre los puestos avanzados, estaban continuamente expuestos al fuego cruzado contra ellos. Los británicos acabaron adoptando un sistema parecido, pero estaba incompleto cuando los alemanes lanzaron su "Ofensiva de primavera" en 1918, y demostró ser desastrosamente inefectivo.

Construcción de trincheras
Las trincheras nunca eran rectas, sino que se cavaban en un esquema dentado, que convertía la línea en segmentos conectados por traviesas. Esto implicaba que un soldado nunca podía ver más de 10 m aproximadamente a lo largo de la trinchera. Con ello el enemigo no podría enfilar la trinchera completa si lograba ganar acceso a algún punto y, si caía una bomba en alguna trinchera, la fragmentación (a menudo llamada incorrectamente metralla) no podría llegar muy lejos.

El lado de la trinchera que miraba al enemigo se denominaba el parapeto y tenía un escalón de fuego. El lado trasero de la trinchera se denominaba el parados. El parados protegía la espalda del soldado de la fragmentación de las bombas que caían detrás de la trinchera. Si el enemigo capturaba la trinchera, entonces los parados se convertían en su parapeto. Los laterales de la trinchera se recubrían con sacos de arena, astillas y trozos de madera y alambre. El suelo normalmente se recubría con planchas de madera.

Se construían refugios de distintos grados de lujo en la retaguardia de la trinchera de apoyo. Los refugios británicos solían estar entre 2,5 y 5 m de profundidad, mientras que los alemanes solían estar mucho más profundos, a un mínimo de 3,5 m, y en ocasiones cavaban 3 pisos, con escaleras de hormigón para acceder a los niveles superiores.

Para permitir a un soldado ver fuera de la trinchera sin exponer su cabeza, se creaba un agujero en el parapeto. Podía ser simplemente un hueco entre las bolsas de arena o podía estar protegido por una placa de acero. Los francotiradores alemanes utilizaban munición perforadora que les permitía penetrar los agujeros. La otra forma de mirar desde una trinchera era mediante un periscopio. Su forma más sencilla era un tubo hueco con dos ángulos de espejos en las partes superior e inferior. En las trincheras de ANZAC (Australian and New Zealand Army Corps) en Galípoli, en donde los turcos tenían el terreno más alto, el rifle con periscopio se desarrolló para que los australianos y neozelandeses pudieran disparar al enemigo sin exponerse ellos mismos, tras el parapeto.
Había tres formas estándar de cavar una trinchera. Laprimera era que la persona se pusiese de pie sobre la superficie y cavase hacia abajo. Era la más efectiva en cuanto a velocidad y a que permitía a muchos trabajadores a la vez, pero tenía el problema de que los trabajadores quedaban expuestos al fuego enemigo. Por eso sólo podía usarse en la zona de retaguardia o por la noche. La segunda opción era ampliar una trinchera existente cavando desde el extremo. Los trabajadores no quedaban expuestos, pero sólo podían trabajar uno o dos hombres al mismo tiempo. Por último, se podían cavar túneles, en cuyo caso se mantenía un "techo" de tierra encima de la trinchera hasta terminar el trabajo. Luego se quitaba el techo y se podía ocupar la trinchera.

Según la información que manejaban los ingenieros ingleses, se podían completar 250 m de trinchera frontal utilizando 450 hombres en 6 horas (por la noche). Después la trinchera necesitaba mantenimiento continuo para evitar el deterioro causado por el clima y las bombas.

El campo de batalla de Flandes, en donde se produjo parte de la lucha más encarnizada, presentaba numerosos problemas para la guerra de trincheras, y especialmente para los británicos, que en muchos casos se veían obligados a ocupar las zonas más bajas. En muchos lugares, el nivel freático estaba a
poco más de un metro de profundidad, por lo que cualquier trinchera que se excavase se inundaría rápidamente. Por ello, muchas "trincheras" en Flandes estaban realmente por encima de la tierra, construidas a base de construcciones masivas por medio de sacos de tierra (llenos con arcilla). En un principio, tanto el parapeto como el parados estaban construidos de esta forma, pero más tarde la técnica fue abrir el parapeto en gran parte de la línea, de forma que la retaguardia estuviese expuesta al fuego desde la línea de reserva, en el caso de que el enemigo capturase la trinchera frontal.

Geografía
La naturaleza confinada, estática y subterránea de la guerra de trincheras fue desarrollando su peculiar forma de geografía propia. En la zona del frente, la infraestructura convencional de transportes mediante carreteras y rieles fue reemplazada por una serie de trincheras y el uso de vagones ligeros. La ventaja crítica que suponía el hecho de situarse en las zonas geográficas de mayor altitud implicaba que las pequeñas colinas o elevaciones ganaran una importancia estratégica enorme. Muchos suaves valles o colinas eran tan sutiles que podrían haber pasado desapercibidos hasta que la línea del frente no llegó a establecerse en ellos. Algunas colinas se denominaban mediante su altura en metros, como la Colina 60. Una granja, un molino o el esqueleto de un árbol se convertían en foco de lucha simplemente porque eran las características identificables del terreno más grandes. Sin embargo, no le llevaba mucho tiempo a la artillería arrasarlo, de forma que se acababa convirtiendo en un simple nombre en un mapa.

A las características del campo de batalla se les podían dar nombres descriptivos ("Bosque Polígono"), nombres curiosos ("Valle Salchicha"), el nombre de una unidad o el de un soldado. También se solían añadir complementos con referencias a la muerte ("El risco del hombre muerto"). Igualmente había sistemas de trincheras con nombres como "El Tablero de Ajedrez", por el esquema que dibujaban. Los australianos,
en la batalla de la granja Mouquet, llegaron a llamar a los lugares como "puntos" ("Punto 81" o "Punto 55"), por la falta de referencias y de avances en el terreno.

Las trincheras enemigas que se convertirían en objetivos necesitaban asimismo un nombre. Algunas se llamaban por algún acontecimiento observado, como "La Trinchera de los Oficiales Alemanes", por haber visto a un grupo de oficiales en ese lugar, o la "Trinchera de las Raciones", por haber avistado las partidas que llevaban las raciones a los soldados. Los británicos les daban en algunos casos un toque alcohólico ("Trinchera Cerveza", "Trinchera Bitter" o "Trinchera Pilsen", por ejemplo). A otras trincheras se les denominaba según su función en el sistema ("Trinchera Intermedia").

Algunas secciones del sistema de trincheras británico recibían nombres del juego del Monopoly. Las divisiones regulares solían utilizar el nombre de sus unidades y los australianos usaban nombres de soldados.

La vida en las trincheras
El tiempo que pasaba un soldado concreto en el frente era normalmente breve; desde un día hasta dos semanas antes de ser relevado. El Batallón 31 de las tropas australianas pasó una vez 53 días en el frente en Villers Bretonneux, aunque eso era una rara excepción. El tiempo que dedicaba al año un soldado británico se podía dividir de esta forma:
• 15% línea del frente
• 10% línea de apoyo
• 30% línea de reserva
• 20% resto
• 25% otros (hospital, viajando, permisos, entrenamiento, etc.)
Incluso cuando estaban en el frente, el soldado normalmente sólo era llamado a luchar un puñado de veces al año: realizando un ataque, defendiendo la posición o participando en una escaramuza. La frecuencia del combate sería mayor en el caso de las tropas de élite.

Algunos sectores del frente veían muy poca actividad a lo largo de la guerra, haciendo que su vida en las trincheras fuera comparativamente fácil. Cuando el primer Cuerpo Anzac llegó a Francia en abril de 1916, tras la evacuación de Galípoli, se les destinó a un sector relativamente pacífico en el sur de Armentières para aclimatarse. Otros sectores estaban en un estado permanente de actividad bélica. En el frente oeste, Ypres era siempre un infierno, especialmente para los británicos situados en el saliente. Sin embargo, los sectores más pacíficos también sumaban bajas diarias por disparos de francotiradores, artillería y gas. En los primeros seis meses de 1916, antes de la ofensiva del Somme, los británicos no se habían embarcado en ninguna batalla significativa en ese sector, y sin embargo habían sufrido 107.776 bajas.

Un sector del frente se asignaba al cuerpo de un ejército, que normalmente tenía tres divisiones. De estas, dos ocuparían sectores adyacentes en el frente, y la tercera estaría descansando en la retaguardia. Esto se replicaría a lo largo de la estructura del ejército de forma que en cada división de primera línea, que normalmente tenía tres brigadas de infantería, dos ocuparían el frente y una tercera estaría en reserva. Dentro de cada brigada en la línea del frente, que normalmente tenía cuatro batallones (regimientos en el caso de Alemania), dos estarían en el frente y dos en reserva. Y lo mismo ocurriría con las compañías y los pelotones. La rotación sería más frecuente en las divisiones más pequeñas de la estructura militar.

Durante el día, los francotiradores y los observadores de la artillería en globos hacían que el movimiento fuese peligroso, por lo que las trincheras estaban normalmente en silencio. Por ello, las trincheras estaban más activas durante la noche, cuando la cobertura de la oscuridad permitía el movimiento de las tropas y de los suministros, el mantenimiento y la expansión del alambre de espino y el sistema de trincheras, y el reconocimiento de las defensas enemigas. Los puntos de escucha en tierra de nadie intentaban detectar patrullas enemigas y partidas de trabajo, así como indicios de un posible ataque.

Se llevaban a cabo escaramuzas (pequeños ataques sin intención de conquistar el terreno) con el fin de capturar prisioneros y "botín" (cartas y otros documentos con información sobre la unidad que ocupaba la trinchera opuesta). A medida que la guerra seguía adelante, estas escaramuzas se convirtieron en parte de la política general llevada a cabo por los británicos, con la intención de mantener el espíritu de lucha de las tropas, y para impedir a los alemanes ocupar la tierra de nadie. Ese dominio se consiguió a un coste muy alto, y los estudios británicos tras la guerra concluyeron que los beneficios probablemente no valieron el coste.

A comienzos de la guerra se preparaban estos pequeños ataques por sorpresa, particularmente lo hacían los canadienses, pero el incremento de la vigilancia hizo que la sorpresa fuese difícil a medida que la guerra avanzaba. En 1916, las operaciones eran ejercicios muy bien planeados, con armas combinadas, y que suponían la cooperación entre la infantería y la artillería. Comenzaría con un bombardeo intenso de la artillería con el fin de evacuar o matar a la guarnición de la trinchera del frente y cortar el alambre de espino. Luego se trasladaba el bombardeo, haciendo una especie de caja o cordón que impidiese un contraataque contra la infantería.

La muerte en las trincheras
La intensidad de la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial suponía que alrededor del 10% de los soldados murieran en la batalla. En comparación, el 5% moría en las Guerras de los Bóer y el 4,5% en la Segunda Guerra Mundial. En el frente oeste, la cifra se elevaba al 12%, mientras que la proporción total de tropas que se convertían en bajas (muertos o heridos) era del 56%. Considerando que para cada hombre de infantería en la primera línea había unos 3 soldados de apoyo (artillería, suministros, sanidad, etc.), era muy improbable que un soldado sobreviviese a la guerra sin haber recibido algún tipo de herida. Es más, muchos soldados fueron heridos varias veces en el curso del servicio.

Los servicios médicos eran primitivos, y los antibióticos todavía no se habían descubierto. Heridas relativamente pequeñas podían ser mortales por culpa de infecciones y gangrena. Los alemanes registraron que un 12% de las heridas en las piernas y un 23% de las de los brazos ocasionaban la muerte del herido, principalmente por infección. Los estadounidenses constataron que el 44% de las bajas que desarrollaron gangrena terminaron muriendo. La mitad de los heridos en la cabeza murieron y sólo un 1% de los heridos en el abdomen sobrevivieron.

Tres cuartas partes de las heridas ocasionadas en la guerra procedieron del fuego de artillería. Las heridas de ese tipo eran normalmente más problemáticas que una herida de bala: la herida era menos limpia y tenía más probabilidades de infectarse. Esto triplicaba la probabilidad de muerte por herida en el pecho cuando la herida era de artillería. Además, la explosión de artillería también podía matar a través del traumatismo provocado por la onda expansiva. Por último, a las heridas físicas se añadían los daños psicológicos, siendo muy habitual el trastorno por estrés postraumático en el caso de personas que hubiesen soportado un bombardeo prolongado.

Como en otras muchas guerras, el principal asesino en la Primera Guerra Mundial eran las enfermedades. Las condiciones sanitarias de las trincheras eran muy pobres, y solía haber numerosos casos de disentería, tifus y cólera. Muchos soldados sufrían problemas parasitarios y sus infecciones relacionadas. Además, otro caso habitual de muerte era por culpa de las temperaturas, dado que dentro de las trincheras en invierno era muy habitual encontrarse bajo cero.

El enterramiento de un muerto era un lujo que ninguno de los bandos solía poder permitirse. Los cuerpos permanecían en tierra de nadie hasta que la línea del frente se desplazaba, y para entonces los cuerpos solían estar inidentificables. En algunos campos de batalla, los cuerpos no se enterraron hasta después de la guerra, y en el frente oeste todavía siguen apareciendo restos en los campos en donde se libraron las batallas.
En varios momentos durante la guerra, sobre todo al principio, se organizaban vías oficiales para que se pudiesen recoger a los heridos en tierra de nadie y para poder enterrar a los cadáveres. Sin embargo, lo habitual era que los altos mandos no aprobasen ningún alto en la ofensiva por razones humanitarias, y por ello ordenaban a las tropas no permitir a nadie recoger los cuerpos en tierra de nadie. En cualquier caso, los soldados solían ignorar esta orden en las trincheras, porque sabían del beneficio mutuo que suponía permitir esas operaciones. Con ello, tan pronto como cesaban las hostilidades, salían partidas a recoger a los heridos, marcadas con banderas con una Cruz Roja, y a veces intercambiaban con los enemigos unos heridos por otros. Había ocasiones en las que este alto el fuego extraoficial se utilizaba para hacer un reconocimiento o reforzar una guarnición. Una tregua muy famosa fue la tregua de Navidad entre soldados británicos y alemanes en invierno de 1914, en el frente cercano a Armentieres. Los soldados alemanes comenzaron a cantar villancicos y pronto los soldados dejaron las trincheras. Los soldados de ambos bandos intercambiaron regalos e historias, e incluso jugaron algunos partidos de fútbol. Sin embargo, los generales de los ejércitos desaprobaban estas treguas, y los británicos llegaron a organizar un consejo de guerra a varios de sus soldados.

(Continuará...)

Fuentes:
Wikipedia.
Bibliografía:
(Ver es siguiente artículo).
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