viernes, 28 de febrero de 2014

Las Cruzadas - 1

Recuperando información de otro Blog.


Hace poco estube mirando otro blog que me gusta mucho y encuentro mucha información interesante y útil. Este blog es Paseando por la Historia.

En él podemos encontrar articulos tan interesantes como el de las cruzadas, que ya va por su septimo capítulo yu, francamente, no hay despercidio.

Las Cruzadas fueron una serie de campañas militares contra los musulmanes que habían conquistado Jerusalén en el año 1076. Para los cristianos Jerusalén era el lugar más sagrado que existía en el mundo y llegaron a llamarla “Ciudad de Dios”. Sin embargo, para los musulmanes también era un lugar de vital importancia, ya que allí se halla la “Cúpula de la Roca”, punto desde el cual Mahoma supuestamente ascendió a los cielos. Estas guerras duraron casi 200 años, desde el 1095 hasta el 1291 aproximadamente (los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la fecha de finalización de la última cruzada).

El término “cruzada” tiene su origen en la cruz de tela que llevaban sobre la ropa los participantes en estas guerras, y ha sido utilizado desde la Edad Media hasta nuestros días para designar cualquier lucha emprendida contra los que la Iglesia ha considerado infieles, bien sean musulmanes, paganos, herejes, excomulgados e incluso los republicanos españoles durante la Guerra Civil.

El origen de las Cruzadas tiene mucho que ver con la expansión de los Selyúcidas en el Próximo Oriente y su conquista de Siria y Palestina. Otros pueblos turcos penetraron también en el Imperio Bizantino sometiendo a griegos, sirios y armenios, por lo que las Cruzadas fueron la respuesta del cristianismo occidental a estos sucesos, aunque también fueron el resultado de la ambición de unos papas ávidos de más poder político y religioso. Se podría decir que el ejército cruzado fue el brazo armado de la política papal.



Por otra parte, los historiadores ven como otra posible razón para la puesta en marcha de las Cruzadas el gran crecimiento de la población europea y de la actividad comercial entre los siglos XII y XIV. Las expediciones a Oriente darían salida al exceso de población y a las ambiciones de nobles y caballeros, ávidos de tierras y riquezas, aunque lo cierto es que participar en una cruzada no era nada barato para un caballero que se costease él mismo la expedición, ya que le suponía un gasto muy superior a sus ingresos habituales, eso sin contar los peligros a los que se exponía.

Sin embargo, a pesar de que las Cruzadas eran una empresa cara y peligrosa tuvieron gran aceptación entre la sociedad de la época. Era una sociedad de creyentes acérrimos manipulados por la Iglesia y los cruzados estaban convencidos de que su participación en estas guerras les garantizaba la salvación espiritual.

La Primera Cruzada (1096-1099)

En marzo de 1095, el Papa Urbano II recibió una petición de ayuda del emperador de Bizancio Alejo I Comneno, que le solicitaba el envío de mercenarios cristianos para combatir a los selyúcidas, que se habían adueñado de Asia Menor y habían ocupado los Santos Lugares. Para debatir el asunto, el Papa Urbano convocó en noviembre de ese mismo año el Concilio de Clermont, donde pronunció un dramático llamamiento dirigido a todos los cristianos occidentales para que tomasen las armas y acudiesen a defender Tierra Santa.

Los terratenientes que participaran en la expedición tenían garantizada la defensa de sus tierras por parte de la Iglesia hasta su regreso. Los delincuentes verían perdonados sus delitos y los nobles de vida disipada verían olvidados sus deslices. En definitiva, todo aquel que cayera luchando por la verdadera fe, obtendría el perdón a todos sus pecados.

Los caballeros que oyeron la exhortación papal cortaron unos paños rojos en forma de cruz y se los colgaron en el pecho como signo de que querían participar en la expedición que proponía Urbano II. Al grito “Deus vult!” “¡Dios lo quiere!”, se ponía en marcha la Primera Cruzada.



Roberto II de Normandía luchando contra los musulmanes durante el
Sitio de Antioquía



Al mismo tiempo que Urbano II, varios predicadores entre los que destaca Pedro el Ermitaño, encendieron los ánimos de la gente más humilde llegando a reunir un gran ejército de campesinos, artesanos, mujeres y niños que pretendía conquistar Jerusalén por su cuenta. Este ejército desorganizado y sin ningún tipo de preparación militar fue duramente masacrado.

En junio de 1097 se conquista Nicea, capital de Rum, el sultanato turco de Asia Menor, que queda bajo soberanía bizantina. A esta primera victoria le sigue una durísima marcha hacia Siria, con el triunfo en la crítica batalla de Dorilea el 1 de julio. Luego, entre octubre de 1097 y junio de 1098 se estanca ante las murallas de Antioquia.



Cruzada de Pedro el Ermitaño
La victoria, el 28 de junio, facilita el camino hacia el sur, pero los príncipes, en lugar de avanzar, permanecen en la región mientras de disputan el botín. El gran triunfador es Bohemundo, que obtiene el gobierno de Antioquia en detrimento del conde de Tolosa. En vez de marchar hacia Jerusalén, tras la conquista de Antioquia los jefes cruzados pasaron meses disputándose el botín. 

El día 6 de julio, el provenzal Pedro Desiderio comunica que el obispo Ademaro se le había aparecido. Afirma que el eclesiástico insta a los jefes cruzados a ceder en su egoísmo, a ayunar y a marchar descalzos en torno a Jerusalén, tras lo cual conquistarán la ciudad al cabo de nueve días. El asalto comienza en la noche del 13 al 14 de julio, a cargo de 12.000 infantes y 1.200 o 1.300 caballeros. El viernes 15 de julio, el ejército cruzado conquista Jerusalén. Dos días después, los cruzados eligen al gobernante de Jerusalén Godofredo, cuyo enfrentamiento con Raimundo de Tolosa marcará el final de la cruzada. El nuevo patriarca de Jerusalén expulsó de la iglesia del Santo Sepulcro a todos los sacerdotes de ritos orientales.

La primera cruzada fue la única que triunfó de las ocho que hubo a lo largo de dos siglos. El despropósito duró tres años, empleados en la toma de Nicea, Antioquía y Jerusalén, logros a los que ayudó la división interna del enemigo musulmán. El gran desconocimiento geográfico de los cruzados hizo que se embarcaran ingenuamente en un viaje de proporciones que excedían a su imaginación.

La Segunda Cruzada (1147-1149)

Mientras la primera generación de cruzados se asentaba en sus nuevos dominios de ultramar en un vano intento de afincarse definitivamente, los estados musulmanes se fueron cohesionando en el siglo XII. En el Oriente musulmán se crearon alianzas estatales más o menos importantes.

Los invasores de Occidente encontraban una creciente resistencia, aunque no sólo por parte del mundo musulmán. Cada año empeoraban las relaciones de los estados cruzados con Bizancio. Los gobernantes bizantinos veían con malos ojos al reino de Jerusalén, surgido en territorio que había pertenecido a su imperio. Sobre todo irritaba a las altas esferas de Bizancio la existencia del principado normando de Antioquía. La situación se hizo muy crítica en 1137, cuando el emperador bizantino Juan Comneno llegó con sus tropas a Antioquía y tomó la ciudad, aunque por poco tiempo.

Mientras, los selyúcidas asestaron a los cruzados el primer golpe de importancia. Zengi, emir de Mosul, tomó y destruyó la ciudad de Edesa en 1144, apoderándose luego de todo el territorio de ese condado. La caída de Edesa puso en serio peligro la existencia del resto de los estados cruzados.



Papa Eugenio III
Fueron enviados con urgencia embajadores al Papa Eugenio III, para pedirle que “el victorioso coraje de los francos” protegiese a Oriente de las nuevas desdichas. Eugenio III envió rápidamente un mensaje a Luis VII, rey de Francia, instándole a asumir “la defensa de la fe”. El Papa urgía el envío de tropas prometiendo a los participantes la bendición apostólica, la absolución de los pecados y la exención de impuestos.

Igual que medio siglo antes, en Occidente fue desplegada una gran campaña en favor de una nueva expedición a Oriente. El más enérgico inspirador de la cruzada y su promotor fue Bernardo de Claraval, prior de los cistercienses y uno de los líderes más reaccionarios del catolicismo de la época. En él recayó el encargo del Papa Eugenio de predicar la cruzada.

Al llamamiento de Bernardo de Claraval y de sus colaboradores acudieron numerosos pobres, principalmente de las regiones azotadas por el hambre. No obstante, en las masas campesinas apenas existía aquel entusiamo religioso de la primera cruzada. Por el contrario, las bulas papales y los sermones de Bernardo de Claraval fueron recibidos calurosamente por los señores feudales. Igual que la primera vez, numerosos caballeros guiados por la posibilidad de lucrarse abrazaron la causa. Personajes ilustres franceses como los condes Alfonso de Tolosa y Guillermo de Nevers, Enrique -heredero del condado de Champaña- y el conde Tierry de Flandes, se mostraron dispuestos a hacer la guerra a los paganos.



Bernardo de Claraval
En la segunda cruzada participaron por primera vez testas coronadas: el primero fue Luis VII de Francia y luego Conrado III Hohenstaufen.

La decisión definitiva de iniciar la campaña fue adoptada en una reunión de la nobleza francesa en Etampes, en febrero de 1147. En dicha reunión estuvieron presentes los embajadores alemanes. En el verano de 1147 fueron formadas las milicias de cruzados de Francia y Alemania. Cada una estaba compuesta por 70.000 caballeros aproximadamente, que fueron seguidos por muchedumbres de millares de campesinos pobres.

Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén.

Los cruzados atacaron Damasco desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante aprovisionamiento de víveres. Llegaron el 23 de julio, con el ejército de Jerusalén en vanguardia, seguido por Luis, y a continuación Conrado, en la retaguardia. Los musulmanes estaban preparados para el ataque y hostigaron constantemente al ejército, avanzando por las huertas. Los cruzados consiguieron abrirse camino y expulsar a los defensores al otro lado del río Barada y a Damasco; llegados al pie de las murallas, emprendieron inmediatamente el asedio de la ciudad. Damasco había pedido ayuda a Saif ad-Din Ghazi I de Aleppo y Nur ad-Din de Mosul, y el visir Mu'in ad-Din Unur.



Luis VII de Francia
Los cruzados no podían ponerse de acuerdo sobre a quién le correspondería la ciudad en caso de que la conquistaran. El 27 de julio decidieron trasladarse al lado este de la ciudad, que estaba menos fortificada pero era menos rica en comida y agua. Por entonces Nur ad-Din ya había llegado, y les fue imposible regresar a su posición anterior. Primero Conrado, y luego el resto de los cruzados, decidieron levantar el sitio y regresar a Jerusalén.

La expedición fue un fracaso, ya que tras solo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto, iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.

Fuentes:
- Historia Universal
- Wikipedia
- www.monografias.com  
- www.erain.es
- Historia de las cruzadas - Mijail Zaborov

Para saber más:
Cruzadas. Trabajo sociales - La Cruzada popular
De Reyes, Dioses y Héroes - Pedro el Ermitaño
www.oocities.org - Discurso de Urbano II en el concilio de Clermont de 1095

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