De la Legión VIIII Hispana podemos
encontrar mucha especulación, pero relativamente de poca información certera.
La creación de la legión VIIII Hispana y
sus primeros años
Tiene su origen, como en la mayoría
de las legiones, en el periodo de guerras civiles que fueron causa del final de
la República romana.
La VIIII Hispana es una de las
unidades del ejército de Julio César que utilizó para la conquista
de las Galias entre los años 58 y 51 a.C. Más tarde, participó en las campañas
militares del emperador Augusto en el territorio noroccidental
de la península Ibérica (29-19 a.C.) habitado por cántabros y astures.
A la finalización de esta campañas,
sobre el año 19 a.C., la VIIII Hispania marchó la frontera de Panonia
(provincia romana que incluía territorios de las actuales Hungría, Austria,
Croacia, Serbia, Eslovenia, Eslovaquia y Bosnia-Herzegovina).
De su estancia en el Danubio
destaca la participación de la VIIII en el amotinamiento de tres legiones
estacionadas allí tras el ascenso al trono del emperador Tiberio
en el año 14 d.C.
En el año 20 d.C., la VIIII Hispana
fue transferida a la provincia de África como refuerzo de la legión III
Augusta, para reforzar el contingente militar durante la rebelión del númida
Tacfarinas (20-24 d.C.).
Su estancia se prolongó hasta el
año 24 d.C., tras lo cual regresó de nuevo a la provincia de Panonia.
Los títulos y el emblema de la legión VIIII
La legión VIIII dispuso de diversos
títulos a lo largo de su historia.
Se sabe que, a través de diferentes
inscripciones y noticias, esta unidad tuvo el epíteto de VIIII Triumphalis
derivado, seguramente, de su participación en un triunfo militar celebrado en
Roma por Julio Cesar en el año 46 a.C.
Esta designación fue sustituida más
tarde por el título de VIIII Macedónica,
debido, posiblemente, a la intervención de la unidad en la batalla de
Farsalia en el año 48 a.C. o en la de Filipos en el
42 a.C.
Fue durante su estancia en Hispania
cuando la legión VIIII adoptó el título de Hispaniensis
(‘estacionada en Hispania’), designación que fue modificada finalmente por VIIII
Hispana (‘oriunda de Hispania’), muy
probablemente tras su marcha de esta provincia hacia Panonia.
Por lo que respecta al emblema de
la legión, aunque no se tiene ninguna evidencia certera de cuál pudo ser el
distintivo utilizado por la VIIII Hispana, es posible que éste fuera el del toro,
un animal asociado con la diosa Venus, el ancestro legendario de los Julios, el
linaje al que pertenecía Julio César, el fundador de la legión.
La conquista de Britania
La legión VIIII partió de Panonia
hacia el año 42-43 d.C., para unirse a las fuerzas que el emperador Claudio
estaba reuniendo con el objetivo de iniciar la conquista de Britania.
El mando de este ejército de
invasión fue concedido a Aulo Plautio, hasta entonces
gobernador de la provincia de Panonia, por lo que escogió esta legión para
acompañarle hasta su nuevo destino.
Esta campaña de conquista de
Britania so supuso un gran reto para las tropas romanas, ya que el principal
objetivo no era apoderarse de toda la isla sino, más bien, acabar con el
poderío de la tribu de los trinovantes, situada en la costa
oriental britana, cuya actividad antirromana llegó a amenazar, incluso, el
territorio romano continental.
La VIIII Hispana fue una de las
cuatro legiones, junto a la II Augusta, la XIV Gemina y la XX Valeria Victrix,
que participó en esta primera fase de la conquista de Britania, aunque también
actuó en las siguientes campañas de consolidación y ampliación del dominio
romano.
En el año 60 d.C., el poder romano
en Britania sufrió un importante revés con la rebelión de la reina Boudica
(60-61 d.C.), alzamiento provocado, entre otras razones, por la pésima gestión
de la administración romana en la isla. Boudica era la viuda de Prasutago,
rey de la tribu britana de los icenos, pueblo aliado de los
romanos. Al morir su esposo sin descendencia masculina, los romanos se negaron a
reconocer los derechos de su viuda y de sus hijas al trono iceno. El despiadado
trato recibido hacia ellas llevó a Boudica a rebelarse contra el poder romano,
insurrección a la que se sumaron tribus vecinas como la de los trinovantes, muy
sometidos, pero no erradicados, y con ganas de venganza.
La legión VIIII Hispana fue la
primera que luchó contra los rebeldes britanos, enfrentamiento en el que sufrió
fuertes bajas, llegando a perder hasta 2.000 hombres, tras lo cual tuvo que
retirarse a su campamento base en Lincoln (Lindum).
Los rebeldes fueron finalmente
derrotados por las fuerzas romanas cerca de la ciudad de Londres (Londinium),
tras lo cual la provincia fue nuevamente pacificada.
Las bajas sufridas por la VIIII
Hispana fueron reemplazadas con legionarios provenientes de las guarniciones
establecidas en las provincias germanas.
Pero a la muerte de Nerón, en el
año 68 d.C., todas las legiones destinadas en Britania se vieron afectadas por los
enfrentamientos militares posteriores.
Cuatro fueron los emperadores que
se sucedieron en Roma en menos de un año (Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano).
Las tres legiones estacionadas en
aquellos momentos en Britania contribuyeron con contingentes de pequeñas
cantidades o vexillium (“bandera”, unidad romana de rango menor a una legión y
que tenía carácter temporal), para engrosar en el ejército de Vitelio
para enfrentarse primero a Otón, su rival en Italia, y más
tarde a Vespasiano.
Aunque fue éste último el que acabó
imponiéndose a los otros candidatos, tras lo cual resultó nombrado nuevo
emperador en el año 69 d.C.
Durante el periodo de gobierno de
Vespasiano (69-79 d.C.), la VIIII Hispana participó, junto al resto de las
legiones establecidas en Britania, en el nuevo avance hacia el norte y el oeste
de la isla, sometiendo los territorios de las actuales Gales y parte de
Escocia, aunque ésta última tan solo temporalmente.
Esta nueva subcampaña militar obligó
hacia el año 70 d.C. a la VIIII Hispania a reemplazarse, abandonando su
campamento base de Lindum (Lincoln) y estableciéndose en Eburacum
(York).
Entre los años 79 y 96 d.C., el
interés por Britania decayó durante los reinados de sus de Vespasiano, Tito
(79-81 d.C.) y Domiciano (81-96 d.C.).
El nuevo interés de Roma era el de
reforzar la defensa y consolidación de la frontera del Rin.
Para ello, ya en el año 83 d.C., el
emperador Domiciano reclamó importantes contingentes de la legión VIII Hispana
para luchar en Germania contra los catos, a
los que venció en ese mismo año.
Más tarde se sumaron nuevas “vexilaciones”
suministradas para hacer frente a la constante amenaza en las fronteras del Rin
y del Danubio, movimiento que incluyó el traslado de la legión
II Adiutrix desde Britania en el año 87 d.C.
La incertidumbre del final de la VIIII
Hispana
La última noticia que se tiene de
la presencia de la VIIII Hispana en Britania, es del año 107-108.
Ésta no es otra que una inscripción
hallada en Eburacum (York), que informa de la
participación de la legión en la reconstrucción de una de las puertas del
campamento en el que estaba asentada.
Y es a partir de esta fecha que se
pierden las inscripciones sobre la legión.
Solo algunos datos dispersos nos
indican que la unidad siguió unos pocos años más, aunque no sin esclarecer que
le pasó.
Además en la inscripción del año
162 d.C. (ILS 2288; CIL VI 3492, A, B.), en la se enumeran las 28 legiones en
activo en esos momentos, y su ubicación, ya no aparece la VIIII Hispana.
Esta desaparición en los registros
oficiales romanos de la VIIII Hispania, ha generado un gran interés entre los
historiadores de la época, ha suscitado la creación de literatura y películas
que hacen referencia a esa desaparición de una forma más o menos romántica, en
busca de un final épico para la “legión perdida”.
A principios del del siglo XX, el
historiador y arqueólogo británico Francis J. Haverfield lanzó
la hipótesis de que la legión VIIII Hispana podría haber sido destruida o
disuelta tras algún desastre militar acaecido en el norte de Britania o incluso
en Escocia ( F. J. Haverfield, The Roman Ocupation of Britain,
Oxford, 1924.).
Esta hipótesis es la base sobre la
que desarrolla la escritora Rosemary Sutcliff en la novela que
escribió sobre el tema (El Águila de la novena legión, 1954).
Águila de bronce hallada en las excavaciones
arqueológicas en la ciudad de Silchester.
Sutcliff utiliza esta hipótesis,
conocedora del descubrimiento, en el siglo XIX, de un águila de bronce
en las excavaciones arqueológicas en la ciudad de Silchester.
Un poco más tarde de la primera
edición del libro, en el año 1955, el arqueólogo e historiador Ian
Richmond también aportó otra hipótesis en la que la VIIII legión
Hispana fuera disuelta por Adriano durante su visita a la provincia britana en
el año 122 tras haber sufrido la unidad diversas derrotas.
Datos históricos del posible final de la VIIII Hispana
Uno de los primeros escenarios
donde se ubica el final de la legión VIIII Hispana es en la propia provincia de
Britania.
Allí se produjo, durante los años
iniciales del reinado de Adriano (117-119) cierta agitación de la que no
estamos muy bien informados.
Sería, con esta hipótesis donde la VIIII
Hispana hallaría su fin al ser derrotada por los britanos en el norte de la
isla, aunque no se dispone ninguna prueba de ello.
Es por esta inseguridad por la que
en el año 122 d.C. se inicia la construcción del muro de Adriano.
Pero una nueva evidencia nos situa
a la VIIII Hispana a partir del año 108. Un mortero (mortarium)
hallado en Holdeurn, cerca de Nimega, (la antigua ciudad de Noviomagus)
en el este de los Países Bajos, que posee un sello de la legión VIII Hispana,
así como dos tejas estampadas con una inscripción parecida a la anterior
halladas en la propia ciudad de Nimega, un altar dedicado a Apolo erigido por
el prefecto de la VIIII Hispana hallado en la ciudad alemana de Aquisgrán,
así como una inscripción anónima de un tribuno de la legión VIIII que sirvió
en ella estando ésta asentada en la Baja Germania y diversas inscripciones de
oficiales que sirvieron en la legión en años posteriores al 120 d.C.
La datación de algunos de estos
hallazgos, al menos de aquellos con una cronología más segura, ha puesto en
duda la destrucción o disolución de la unidad en una fecha anterior al 120s.C.
Si esto fuera cierto tiraría por
tierra la idea de la destrucción de la legión en Britania durante los primeros
años del reinado de Adriano (117-119).
Otros datos epigráficos han puesto
en duda este final de la legión. Entre ellos se hallan las carreras militares y
políticas (cursus honorum) de diversos oficiales que sirvieron en la VIIII
Hispana en fechas posteriores. He aquí la información que poseemos sobre ellos:
L. Emilio Caro,
tribuno laticlavii (o primer tribuno) de la legión a mediados de la década de
los años 20 del siglo II.
L. Novio Crispino,
laticlavii que sirvió en la legión no antes del 130 d.C.
Annio Sextio Florentino,
legado de la VIIII en el año 123 d.C.
M. Cocceio Severo,
que sirvió como primipilo (el centurión de la primera centuria de la primera
cohorte de una legión romana) de la unidad hacia el año 126 d.C.
Otra hipótesis es que con la
rebelión judía de Bar-Kokhba, enfrentamiento conocido como la II
Guerra judeo-romana (132-135), el emperador Adriano estuvo obligado a desplazar
unidades militares de otras provincias para hacer frente a los rebeldes,
otorgando la dirección de las operaciones al hasta ese momento gobernador de
Britania Julio Severo.
Algunos historiadores defienden la hipótesis
de que la VIIII Hispana pudo partir en el año 134 hacia Judea junto con el
gobernador de la provincia, en la que tras sufrir numerosas bajas la unidad
sería disuelta.
Sin embargo, aunque el traslado de
Julio Severo sí que está documentado por las fuentes, no pasa lo mismo con la
posible marcha de la VIIII Hispana. A esto se le debe sumar que a la llegada de
Julio Severo a Judea en el año 134, los rebeldes judíos estaban demasiado
debilitados para hacer frente al contingente militar romano y, mucho menos,
para infligirle una derrota fatal a una legión.
Una nueva hipótesis sobre el final
de la VIIII Hispana cogió fuerza tras el descubrimiento en el año 1972 de un
diploma militar datado el 8 de febrero del año 161 d.C. durante el consulado de
Quinto Numisio Junior.
Este cónsul se creyó que era el
mismo que el conocido por otra inscripción con el nombre de Q. Camurio
Numisio Junior, del cual sabemos que fue tribuno de la legión VIIII Hispana,
aunque no los años exactos en los que ejerció este cargo.
Esta hipótesis ha llevado a los
historiadores a buscar un nuevo escenario temporal adecuado para ubicar el
final de la legión, esta vez entre el año 140, data fijada con el cursus
honorum de Numisio Junior, y el 162 d.C., fecha de la inscripción de Marco
Aurelio. Este nuevo escenario se ha situado en el desastre de Elegeia
(Armenia) del año 161, donde, según Dión Casio una legión
romana fue destruida a manos de las tropas partas dirigidas por el general Cosroes.
Aun así, la única certeza que se
tiene es que la legión VIIII no fue destruida ni disuelta en Britania en época
del emperador Adriano, en el año108, aunque si sabemos que ya no estaba en
activo en el año 162, ya que no aparece en la famosa inscripción al inicio del
reinado de Marco Aurelio.
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