Las
armas de la guerra de trincheras
Armas
de infantería
El soldado de infantería común tenía
cuatro armas a su disposición en las trincheras: el fusil, la bayoneta, la
escopeta y la granada.
Lee-Enfield
Rifle No. 4 Mk I.
El fusil británico estándar era el
.303-in. (7,7 mm) Short Magazine Lee-Enfield (SMLE), diseñado originalmente
como una carabina para la caballería, con un alcance máximo de 1.400 yardas
(1.280 m), aunque su alcance efectivo estaba más cercano a las 200 yardas (180
m). El entrenamiento británico enfatizaba el disparo rápido más que la
puntería. A comienzos de la guerra, los británicos fueron capaces de derrotar a
los alemanes en la batalla de Mons y en la primera batalla de Ypres mediante
los disparos de fusil en masa. No obstante, a medida que la guerra de
trincheras se fue desarrollando, la posibilidad de reunir una línea de
fusileros era rara.
Por su parte, los alemanes contaban
con el 8 mm (.312-in.) Mauser Gewehr 98
(G98), que era tan bueno o incluso mejor que el británico en lo que respecta a
fiabilidad, alcance y precisión. Estaba, sin embargo, menos preparado para el
fuego rápido, debido a que admitía la mitad de balas que el fusil británico.
Fusil alemán
Mauser Gewehr 98
Los fusiles franceses (Lebel) y rusos
(Mosin-Nagant) eran en general inferiores a los alemanes y británicos en la
mayoría de los campos, y especialmente en fiabilidad y acabado.
El soldado británico estaba equipado
con una espada-bayoneta de unos 53 cm, que era demasiado larga para ser
empleada, particularmente en combates cuerpo a cuerpo. No obstante, usar la
bayoneta era más seguro que disparar un fusil en esos momentos, puesto que en
una mêlée (combate cuerpo a cuerpo
inesperado) se podía herir o matar a un compañero en lugar de al enemigo. Los
registros británicos muestran que solo el 0,3% de las heridas eran causadas por
bayonetas, aunque un ataque con bayoneta era muy probable que acabase con la
muerte del enemigo. Una carga con bayoneta podía ser efectiva para inducir el
terror en las filas enemigas y animarles a huir o a rendirse. Se utilizaba
mucho para rematar a enemigos heridos durante un avance, ahorrando munición a
la vez que se reducía la posibilidad de ser atacados desde la retaguardia. Los
soldados imperiales ingleses también llevaban su propia bayoneta M1898
"Butcher-blade" (filo de carnicero), que era un arma mortal en campo
abierto, pero que también planteaba muchas dificultades de uso en las estrechas
trincheras.
Muchos soldados preferían un arma
tipo espada corta o incluso herramientas de construcción de trincheras antes
que la bayoneta. En ese caso afilarían el final del cuchillo para que fuese tan
efectivo como una bayoneta, mientras que su longitud más corta los hacía más
manejables en las trincheras. Estas herramientas también podían usarse para
cavar una vez se hubiese tomado una trinchera.
Dado que las tropas a menudo no
estaban equipadas adecuadamente para la guerra de trincheras, en las primeras
batallas eran habituales las armas improvisadas, como puñales de madera o mazas
metálicas, así como todo tipo de cuchillos cortos e incluso puños americanos. A
medida que la guerra siguió adelante se fue mejorando el equipamiento y se
desecharon este tipo de armas improvisadas.
Las escopetas las utilizaron
principalmente los americanos en el frente oeste. En lugar de una única bala a
gran velocidad, la escopeta dispara un número mayor de bolas de metal llamadas
perdigones. Si bien uno solo de esos balines causa mucho menos daño que una
bala de rifle, la carga estándar de un cartucho de escopeta solía causar muchas
heridas graves a corta distancia, incrementando las posibilidades de una herida
que dejase al enemigo fuera de combate. Una escopeta cargada con cartuchos era
un arma formidable a corto alcance, hasta el punto de que Alemania hizo una
protesta formal sobre su uso el 14 de septiembre de 1918, estableciendo que
"todo prisionero al que se le encuentre en su poder ese tipo de armas o
munición pone en riesgo su vida" (aunque esta amenaza aparentemente no
llego a llevarse a cabo). Los militares estadounidenses comenzaron a usar
escopetas de cartuchos modificadas especialmente para la guerra de trincheras,
con cañones más cortos, cargadores más largos, sin seguro, y a menudo se
equipaban con protectores del calor y con enganches para bayoneta que
utilizaban la bayoneta M1917. Todavía existen descendientes de esta arma, en la
forma de la escopeta de combate, y su prima la escopeta antidisturbios. También
se sabe que los ANZAC y algunos soldados británicos emplearon la escopeta de
canon recortado en los saqueos nocturnos, por su poco volumen, efectividad en
el cuerpo a cuerpo y facilidad de uso dentro de la trinchera. Sin embargo, esta
práctica no era oficial, y se utilizaban escopetas civiles alteradas para su
nuevo uso.
La granada, por su parte, se convirtió
en la principal arma de la infantería en la guerra de trincheras. Ambos bandos
fueron rápidos a la hora de entrenar escuadrones especialistas en bombardeos.
La granada permitía al soldado atacar al enemigo sin exponerse directamente, y
no requería la precisión del rifle para matar a un hombre. Los alemanes y
turcos estaban bien equipados con granadero desde el comienzo de la guerra,
pero los britanicos habian dejado de utilizarlos en la década de 1870 y no
esperaban una guerra de asedio, con lo que al principio de la guerra los
soldados tuvieron que improvisar bombas sobre la marcha, con lo que fuese que
tuviesen a su disposición. A finales de 1915, los ingleses introdujeron una
granada de mano propia, la Mills bomb, y a
finales de la guerra se habían usado 75 millones de ellas.
Ametralladoras
La ametralladora es posiblemente el
arma mas característica de la guerra de asedio, con la imagen de oleadas de
infantería siendo abatidas por ráfagas de balas. Los alemanes ya habían
empleado esta arma con anterioridad; en 1904 cada regimiento estaba equipado
con una, y el personal que la manejaba eran unidades de infantería de elite.
Después de 1915, el MG 08/15 era el estándar en el ejercito alemán. Su número pasó
a formar parte del idioma alemán, con el significado de "llanura
arrasada". En Galipoli y en Palestina los turcos aportaban la infantería,
pero normalmente eran los alemanes quienes manejaban las ametralladoras.
El alto mando británico era más
reacio a acoger este armamento, supuestamente por considerarlo "poco
deportivo" y por pensar que animaba a la lucha defensiva, por lo que
tardaron más que los alemanes en adoptarla. El mariscal de campo Sir Douglas
Haig dijo en 1915: "The machine gun is a much overrated
weapon; two per battalion is more than sufficient"
(La ametralladora es un arma muy sobrevalorada; dos por batallón es más que
suficiente), lo cual acabo en un número record de bajas británicas.
En 1915 se formo el Cuerpo de
Ametralladoras, con la finalidad de proveer de suficientes equipos de
ametralladoras pesadas al ejército. Fueron los canadienses los mejores en este
campo, siendo los pioneros en técnicas como el fuego indirecto (pronto
adoptadas por todos los ejércitos aliados) bajo la guía de un antiguo oficial
de la reserva del ejercito francés, el Mayor General Raymond Brutinel. Para
satisfacer la demanda, la producción de la ametralladora Vickers se contrato
con compañías de los Estados Unidos. Para 1917, todas las compañías de las
fuerzas británicas estaban equipadas con cuatro ametralladoras ligeras Lewis,
lo que incremento significativamente su poder de fuego.
Ametralladora
Vickers
La ametralladora pesada era un arma
de especialista, y en una guerra de trincheras se utilizaba de manera
científica, con campos de fuego calculados cuidadosamente, de forma que en el
momento en que se tuviese noticia de una explosión en el lugar exacto, se
dirigiese contra el parapeto enemigo o contra la zona de alambrada destruida.
También podía emplearse como artillería ligera, bombardeando trincheras
distantes. Estas armas necesitaban un equipo de unas ocho personas para
moverlas, mantenerlas y tenerlas abastecidas de munición.
Morteros
Los morteros eran armas que lanzaban
proyectiles a una distancia relativamente corta y con trayectoria en forma de parábola.
Fueron utilizados ampliamente como forma de atacar las trincheras frontales y
cortar las alambradas en preparación de un asalto. En 1914, los británicos
lanzaron un total de 545 bombas de mortero. En 1916 lanzaron más de 6.500.000.
El principal mortero británico era el
mortero Stokes, que era el precursor del mortero moderno. Era un mortero ligero,
pero fácil de usar, y capaz de mantener una velocidad de disparo muy alta
gracias al propulsor que se adhería a la bomba. Para disparar un mortero Stokes
se dejaba caer la carga en un tubo, y entraba automáticamente en ignición en el
momento en que golpeaba el disparador del fondo.
Los alemanes empleaban una variedad
de morteros. Los más pequeños eran lanzagranadas (Granatenwerfer) que disparaban
bombas de racimo. Los morteros medianos recibían el nombre de lanzaminas (Minenwerfer),
llamados "minies" por los británicos. El mortero pesado se llamaba Ladungswerfer
y lanzaba "torpedos aéreos" que contenían unos 90 kg de
carga, a una distancia de más de 1.000 yardas. El vuelo del misil era tan lento
que los hombres que se encontraban en el objetivo podían intentar buscar
refugio.
Artillería
La artillería dominaba el campo de
batalla en la guerra de trincheras, del mismo modo que la fuerza aérea domina
la guerra moderna. Un ataque de infantería raramente tenía éxito si se hacía más
allá de la línea que cubría su artillería de apoyo. Además de disparar a la infantería
enemiga, la artillería se enzarzaba en batallas con el enemigo para intentar de
destruir sus baterías de cañones.
La artillería disparaba
principalmente bombas de fragmentación, explosivas o, más adelante en la
guerra, de gas. Los británicos también experimentaron con bombas incendiarias
que hiciesen arder los bosques y las ruinas.
Cargando
un obús
Los tipos de artillería eran de dos
clases: cañones y obuses. Los cañones disparaban balas de alta velocidad sobre
una trayectoria plana y a menudo se utilizaban para lanzar bombas de fragmentación
y cortar la alambrada enemiga. Los obuses lanzaban el obús sobre una
trayectoria alta, de forma que cayesen contra el suelo. Eran la artillería
normalmente de mayor tamaño: el obús alemán de 420 mm pesaba 20 t y podía
lanzar un obús de una tonelada a una distancia de 10 km.
Una característica critica de las
piezas de artillería modernas era el mecanismo de recarga hidráulico, que permitía
que el canon no tuviese que bajarse para recargarlo después de cada disparo.
Inicialmente cada canon necesitaba registrar su objetivo, lo cual alertaba al
enemigo del inminente ataque. Hacia el final de 1917, las técnicas habían
evolucionado de forma que no fuese necesario.
Gas
El gas lacrimógeno lo emplearon los
franceses por primera vez en agosto de 1914, pero solo servía para dejar al enemigo
momentáneamente fuera de combate. En abril de 1915 los alemanes utilizaron por
primera vez el cloro en la segunda batalla de Ypres. Una dosis lo
suficientemente grande podía matar, aunque el gas era fácil de detectar tanto
por el olfato como por la vista. Por otro lado, los que no morían por la exposición
podían sufrir daños pulmonares permanentes.
El fosgeno, usado por primera vez en
1915, era el gas más mortífero empleado en la Primera Guerra Mundial. Era 18 veces
más poderoso que el cloro y mucho más difícil de detectar. Sin embargo, el gas más
efectivo era el gas mostaza, introducido por Alemania en julio de 1917. No era
tan mortífero como el fosgeno, pero era difícil de detectar y permanecía en la
superficie del campo de batalla y con ello podía causar bajas durante un
periodo más prolongado. Las quemaduras que producía eran tan terroríficas que
era muy raro que un herido por exposición al gas mostaza pudiera volver a estar
capacitado para luchar de nuevo. Solo el 2% de los heridos por gas mostaza morían,
principalmente por infecciones secundarias.
El primer método de empleo del gas
era soltarlo desde un cilindro cuando el viento era favorable. Esta técnica era
obviamente muy peligrosa, tanto por los eventuales cambios en el viento como
por la posibilidad de que los cilindros fueran rotos en un bombardeo (puesto
que era necesario ponerlos en la primera línea de batalla). Más tarde el gas se
lanzaba mediante la artillería o del fuego de mortero.
Cascos
Durante el primer año de la Primera
Guerra Mundial, ninguna de las naciones combatientes equipaba a sus tropas con
cascos de acero. Los soldados que iban a la batalla utilizaban simples gorros
de tela o de cuero que no ofrecían ninguna protección a las heridas por armas
modernas. Las tropas alemanas empleaban el tradicional Pickelhaube
de cuero (gorro terminado en un pico), con una cubierta de tela para
proteger el cuero de las salpicaduras de lodo. Cuando la guerra entro en la
fase de guerra de trincheras, el numero de heridas letales que las tropas recibían
por la fragmentación se incremento dramáticamente.
Casco alemán
Pickelhaube
Los franceses fueron los primeros en
ver la necesidad de una mayor protección, e introdujeron los cascos de acero en
el verano de 1915. El casco Adrian (diseñado por August-Louse Adrian)
reemplazaba el tradicional quepis, y fue después adoptado por los ejércitos
belga e italiano.
Casco
Adrian de la infantería francesa
Más o menos por esas fechas los británicos
también estaban desarrollando sus propios cascos. El diseño francés fue
rechazado por no ser lo suficientemente fuerte y por ser difícil de producir en
masa. El modelo que finalmente se aprobó fue el casco Brodie (diseñado por John
L. Brodie). Tenía un ala más ancha para proteger al soldado de objetos que
cayesen desde el cielo, pero ofrecía menos protección a la altura del cuello.
Cuando los estadounidenses entraron en la guerra, eligieron este diseño.
Casco
de diseño Brodie de las fuerzas estadounidenses
El tradicional pickelhaube
fue reemplazado por el M1916 Stahlhelm(literalmente
casco de acero) en 1916. Algunas tropas de elite
italianas emplearon también un casco derivado de los modelos de la Antigua Roma.
Casco alemán
modelo M1916 con pintura de camuflaje
Sin embargo, ninguno de estos diseños
estándar podía proteger la cara o los ojos. Se diseñaron protectores especiales
para los artilleros, y los belgas probaron gafas de protección para proteger
los ojos.
Alambradas
El uso del alambre de espino era
decisivo a la hora de ralentizar a la infantería a través del campo de batalla.
Sin él la infantería más rápida (o la caballería) podría cruzar las líneas y
llegar a las bases y artillería enemiga. Una vez ralentizados, era más probable
que acabasen abatidos por la artillería o por los defensores de infantería.
Liddell Hart identifico el alambre de espino y la ametralladora como los
elementos que había que vencer para poder recuperar la guerra móvil. Las
alambradas normalmente se construían por la noche en los sectores activos.
Fuerza aérea
La finalidad principal de las
aeronaves en la guerra de trincheras era el reconocimiento y la observación de
la artillería. El papel de los cazas era proteger a las aeronaves de
reconocimiento amigas y destruir las enemigas, o al menos impedirles la
libertad de movimientos. Esto suponía conseguir la superioridad aérea mediante
la destrucción también de los cazas enemigos. Las aeronaves de localización seguirían
la caída de las bombas durante el registro de la artillería. Las de
reconocimiento harían un mapeo de las trincheras enemigas (primero con dibujos
a mano, y más tarde con fotografías), un seguimiento del movimiento de tropas,
y la localización de las baterías de artillería enemigas para su destrucción
con bombardeos. Los pilotos más ingeniosos llevaban ladrillos con ellos para
dejarlos caer sobre el enemigo en sus vuelos.
Otras armas
Los alemanes utilizaron lanzallamas (Flammenwerfer)
durante la guerra, pero dado que la tecnología todavía estaba en sus comienzos,
su valor era sobre todo psicológico. Cuando se desarrollo más la guerra se
usaron los aviones con misiles con aletas para que caigan de punta.
Minas
Ambos bandos se verían envueltos en
grandes competiciones de minados y contraminados. La tierra seca del Somme estaba
especialmente preparada para la construcción de zapas. Sin embargo, con la
ayuda de las bombas era también posible excavar en terrenos como Flandes. Había
compañías especialistas en tunelados, normalmente formadas por personas que tenían
experiencia civil como mineros de carbón, que construían túneles dentro de la
tierra de nadie y debajo de las trincheras enemigas. Estas minas se rellenaban
entonces de explosivos y eran detonadas, produciendo un gran cráter. Con ello
se perseguían dos propósitos: destruir la trinchera enemiga y, gracias al montículo
que producía alrededor del cráter, servir como "trinchera" cercana a
la línea enemiga. Por ello, cuando se detonaba una mina, los dos bandos corrían
para ocupar y fortificar el cráter.
Si los mineros detectaban un túnel
enemigo, normalmente cavarían un contra-túnel, llamado camouflet, que sería
detonado en un intento de destruir el otro túnel antes de tiempo. Asimismo se
realizaban escaramuzas nocturnas con la finalidad expresa de destruir los
trabajos enemigos. En alguna ocasión, los túneles se encontraban y se producía
la lucha bajo tierra.
Estas actividades servían igualmente
para poder mover a las tropas sin ser vistas. En una ocasión se traslado una división
entera a través de túneles interconectados sin que pudiesen ser observados por
los alemanes
Los británicos hicieron detonar una
serie de minas el 1 de julio de 1916, el primer día de la Batalla del Somme.
Las minas mas grandes contenían 24 t de explosivos, y fueron detonadas cerca de
La Boiselle, lanzando la tierra hasta 4.000 pies (aprox. 1200 m) de altura.
A las 5.10 del 7 de junio de 1917,
los británicos detonaron 19 minas para lanzar el ataque que comenzó la Batalla
de Messines. La mina media contenía 21 t de explosivos, y las más grandes (a
125 pies por debajo de St. Eloi) tenían el doble de esa cantidad. La fuerza
combinada de explosivos llego a sentirse supuestamente en Inglaterra. Las pérdidas
entre los alemanes fueron de unos 10.000 hombres. El General Sir Charles
Harrington comento:
"No sé si cambiaremos la
historia mañana, pero con seguridad alteraremos la geografía".
Se desplegaron otras tres minas en
Messines que no fueron detonadas debido a que cambio la situación táctica. Una estallo
durante una tormenta eléctrica en 1955, y las otras permanecen bajo tierra al día
de hoy.
Los cráteres que dejaron estas y
otras minas en el frente oeste todavía son visibles.
Batallas
Estrategia
La guerra de trincheras se centra en
dos principios fundamentales: guerra de desgaste y batallas de ruptura. La
guerra de desgaste es el procedimiento de infligir bajas progresivamente al
enemigo hasta que finalmente sea incapaz de continuar la guerra. Las batallas
de ruptura buscan un enfrentamiento decisivo, en el cual las posiciones
enemigas sean penetradas por las fuerzas atacantes, explotando las fuerzas de
refresco dicha brecha (posiblemente la caballería). Ambos tipos de batallas se
libraron en el frente oeste: los alemanes intentaron romper la situación en Ypres
en abril de 1915, utilizando por primera vez el gas venenoso, mientras que el
Comandante en Jefe de las fuerzas británicas, el General Douglas Haig, busco la
victoria en el Somme en 1916 y en Flandes en 1917. La batalla de desgaste más
famosa en el oeste fue la Batalla de Verdun, en donde el único propósito alemán
era "desangrar al ejército francés hasta que se quedase
blanco".
Tácticas
Las tácticas en las primeras fases de
la Primera Guerra Mundial eran parecidas a las del siglo XIX, con la infantería
avanzando en grupos de formaciones compactas buscando resolver la batalla
mediante la bayoneta. La aparición de armas automáticas hizo que estas tácticas
fuesen ineficaces y muy costosas.
Pueblo
de Passchendaele, antes y después de la tercera Batalla de Ypres
El papel de la artillería cambio dramáticamente
durante la guerra. Originalmente los cañones de campana estaban situados con
las unidades de infantería, disparando directamente a objetivos visibles. Se desarrollaron
una variedad de usos para el fuego indirecto, incluyendo bombardeos que
buscaban matar o dejar fuera de combate a las tropas enemigas a través de la
tierra de nadie, y la utilización de bombardeos para cortar alambradas, que
buscaban dejar el paso libre a través del alambre de espino.
Los bombardeos aliados se fueron
sofisticando a comienzos de 1917. Se desarrollaron dos tipos de bombardeos: en
el primero, el bombardeo seguía a la infantería siempre por delante, protegiéndola
de los defensores en un ataque. La segunda bombardeaba una "caja", dejando
protegido y aislado al interior de la misma mediante una muralla de
explosiones. Estos bombardeos se aplicaron con éxito en batallas a gran escala
e incluso en escaramuzas. Otro tipo de bombardeo se centraba en un primer
objetivo, y luego se elevaba para caer en un segundo objetivo más apartado. Sin
embargo, este bombardeo normalmente esperaba mucho de la infantería, y el
resultado final solía ser que la artillería iba mas rápida que los atacantes y
les dejaba sin protección. Esto llevo al uso del bombardeo rodante, que se
elevaba más frecuentemente pero en escalones más pequeños, moviéndose tan
lentamente que los atacantes podían moverse de cerca por detrás.
La infantería atacante en la primera
parte de la guerra estaba cargada habitualmente con herramientas de fortificación
(bolsas de arena, picos y palas, así como alambre de espino). Con ello buscaban
fortificar las trincheras capturadas para un contraataque. Los alemanes
enfatizaron mucho el contraataque para recuperar el terreno perdido, lo cual
comenzó a ser muy costoso a partir de 1917, cuando los británicos empezaron a
limitar sus avances con el fin de ser capaces de anticipar contraataques desde
una posición de fuerza.
Comunicaciones
La mayor dificultad a la que se
enfrentaba una fuerza de ataque en una batalla de trincheras eran las
comunicaciones. La tecnología inalámbrica estaba todavía en sus comienzos, por
lo que los métodos existentes eran el teléfono, el telégrafo óptico, las lámparas
de señalización, las palomas mensajeras y los corredores, y ninguno de ellos
era del todo fiable. El teléfono era el más efectivo, pero las líneas eran
extremadamente vulnerables a los bombardeos, por lo que solían cortarse pronto
en la batalla. Como forma de luchar ante esto, las líneas de teléfono se
montaban en una figura en escalera, de forma que tuviesen muchos caminos
redundantes. Las bengalas y los cohetes se usaban para señalizar que se había
alcanzado un objetivo, o para solicitar un soporte de artillería que ya había
sido predispuesto de antemano.
No era inusual que un comandante de batallón
o de brigada tuviese que esperar dos o tres horas para conocer algo del proceso
de un ataque, y para entonces cualquier decisión basada en el mensaje estaría
probablemente ya desfasada. También pasaría un periodo similar para transmitir
las noticias a una división y al centro de mando. Consecuentemente, el
resultado de muchas batallas de trincheras las decidían los comandantes de las compañías
o de los batallones, con las decisiones que tomaban en el mismo momento de la
lucha.
Rompiendo el punto muerto
A través de la Primera Guerra
Mundial, los principales combatientes poco a poco fueron buscando alguna vía
para romper el punto muerto en el que se encontraban en la guerra de
trincheras, comenzando con los franceses y los alemanes, y con los británicos y
las fuerzas del imperio también contribuyendo al aprendizaje colectivo.
Con la retirada de Rusia de la
guerra, los alemanes fueron capaces de reforzar su frente Oeste con tropas del
frente Este. Esto les permitió sacar a unidades de la línea de combate y
entrenarlas en nuevos métodos y tácticas como tropas de asalto (Sturmtruppen). Los
nuevos métodos implicaban a hombres lanzándose al ataque en pequeños grupos,
usando cualquier cobertura que hubiese a su disposición, y desplegando fuego de
cobertura para otros grupos de la misma unidad a medida que avanzaban. Las
nuevas tácticas (que buscaban conseguir la sorpresa acabando con posiciones
enemigas atrincheradas) debían dejar de lado los puntos fuertes y atacar los
puntos más débiles de la línea enemiga. Adicionalmente, se dieron cuenta de la
inutilidad de crear un gran y detallado plan de operaciones desde la distancia,
optando en su lugar por emplazar a oficiales jóvenes en el lugar para que
ejercitasen su iniciativa. Estas tácticas demostraron ser muy exitosas en la
ofensiva de primavera de 1918 contra las fuerzas aliadas.
Los británicos habían ido aprendiendo
lecciones tácticas ya desde la Batalla del Somme en 1916. Se dieron cuenta de la
necesidad de introducir unidades como el pelotón o la sección, como resultado
de su experiencia en esa batalla, y el énfasis se traslado desde la compañía
(150-200 hombres) como unidad básica de maniobra al pelotón de aproximadamente
unos diez hombres. El uso más exitoso de las nuevas tácticas de infantería
combinadas con los nuevos procedimientos de artillería se consiguió en la
Batalla del Risco de Vimy en abril de 1917.
Asimismo se desarrollo el carro de
combate en el periodo de entre guerras, como forma de moverse por terrenos arrasados
por el fuego enemigo. En la Primera Guerra Mundial todavía no llegaron a
emplearse de forma efectiva en sus primeras acciones, y también fallaron como
medio de transporte de personal.
En el último año de la guerra, las
tropas aliadas en Europa aplicaban lo que se conoció como tácticas de fuerzas combinadas,
incorporando la cooperación entre infantería, artillería, ametralladoras,
carros armados y carros de combate, usando comunicación sin cañones en algunos
casos y utilizando pequeños grupos de hombres como unidad táctica básica para
las maniobras.
Entre las dos guerras mundiales,
estas técnicas sirvieron para que J.F.C. Fuller y B.H. Liddell Hart
desarrollaran teorías sobre un nuevo tipo de guerra. Estas ideas también las
desarrollaron los alemanes, y las pusieron en práctica en los primeros años de
la Segunda Guerra Mundial. Las nuevas tácticas también abrieron la vía para el éxito
de la guerra táctica en 1938-1945, y el enfoque en pequeños equipos semiautónomos
ejercitando su propia iniciativa en el campo de batalla, y que predominan en la
guerra moderna.
El atrincheramiento siguió siendo un método
valioso para reforzar los obstáculos naturales en líneas de defensa. Al comienzo
de la Batalla de Berlín, la última gran batalla europea de la Segunda Guerra
Mundial, los rusos atacaron a través del rio Oder a las tropas alemanas
atrincheradas en Seelow. El atrincheramiento permitió a los alemanes sobrevivir
el bombardeo de la concentración de artillería más grande de la historia, y también
les permitió infligir a los soviéticos decenas de miles de bajas, gracias a la
tierra pantanosa que había entre el rio y las alturas, antes de tener que
retirarse al Oeste.
La guerra de trincheras posterior a 1945
La guerra de trincheras volvió a
aparecer en algunos momentos posteriores de la Guerra de Corea (1950-1953) y en
algunos lugares y combates de la Guerra de Vietnam (1964-1975).
Durante la Guerra Fría, las fuerzas
de la OTAN se entrenaban de forma rutinaria para luchar contra trabajos de fortificación
denominados "Sistemas de trincheras de estilo soviético", que recibían
el nombre por los complejos sistemas de fortificaciones de campana creados por
el Pacto de Varsovia, una extensión de las practicas de atrincheramiento soviéticas
desarrolladas en el Frente Oriental de la Segunda Guerra Mundial.
El ejemplo más citado de ejemplo de
guerra de trincheras posterior a la Primera Guerra Mundial es la Guerra Irán-Iraq,
en donde ambos ejércitos tenían un gran número de infantería con pequeñas armas
modernas, pero muy poco blindaje, aviación y entrenamiento en armas combinadas.
El resultado fue muy parecido a la Primera Guerra Mundial, con la utilización
de trincheras y de armas químicas.
Otro ejemplo de trincheras fue la
Guerra entre Etiopia y Eritrea de 1998-2002. El frente en Corea y las líneas frontales entre Pakistán e India en
Cachemira son dos ejemplos de líneas de demarcación formadas mediante kilómetros
de trincheras uniendo puestos fortificados (y en el caso de Corea, rodeadas por
millones de minas terrestres).
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