Las Cruzadas (VIII): La Séptima Cruzada
Al finalizar los diez años de tregua firmados durante la Sexta Cruzada, Ricardo de Cornualles y Teobaldo IV de Champagne se dirigieron a Jerusalén para mantenerla bajo su custodia. Sin embargo, en el año 1244 los turcos la saquearon, profanaron los restos de antiguos reyes cruzados y masacraron a más de 30.000 cristianos. Esto abrió la puerta para organizar la séptima cruzada y recuperar la Tierra Santa, nuevamente.
La séptima cruzada fue predicada por el Papa Inocencio IV durante el Concilio de Lyon, y su dirección fue encargada a Luis IX de Francia.
Los Mongoles conquistaron la ciudad de Bagdad, bajo el
dominio de Al-Mustaim, último Califa de Bagdad. Esto puso fin a la dinastía
Abasida. En junio de 1249, el ejército de San Luis recuperó la ciudad de
Damieta e intentó conquistar la ciudad de El Cairo, con el único fin de
controlar el paso en el Nilo. Los musulmanes reaccionaron tomando los
suministros de alimentos de los cruzados. Esto provocó hambre y enfermedades.
En el Cairo se llevó a cabo la batalla de Mansurah o batalla
del Campo de sangre, donde las tropas de Luis IX fueron atacadas por los
mamelucos en una sangrienta batalla. A los cruzados no les quedó más opción que
replegarse. Sin embargo, al ir en retirada, San Luis y su ejército fueron
tomados prisioneros y llevados a Al-Mansur. La esposa del monarca, quien se
encontraba en Damieta, tuvo que pagar un rescate de 800.000 piezas de oro,
entregar la ciudad de Damieta y el territorio egipcio conquistado, para que el
rey pudiera ser puesto en libertad.
Al salir de su cautiverio, San
Luis emprendió su viaje hacia Palestina, junto a su hermano Carlos D´Anjou, Rey
de Nápoles. Permaneció por cuatro años en Tierra Santa, tiempo durante el cual
liberó a los prisioneros cristianos.
Las Cruzadas (IX): La Octava Cruzada (1270)
Entre 1250 y 1260, las disputas
entre los mercaderes genoveses y los venecianos provocaron el abandono de los
dos puertos sirios, lo cual fue aprovechado por los egipcios. Así, entre 1265 y
1268 los mamelucos, comandados por Baibars, conquistaron Galilea, Antioquía,
Torón y Arsuf.
El entonces rey de Francia, Luis
IX (futuro San Luis), se decidió a organizar una nueva cruzada tras el
ofrecimiento del rey de Túnez, Muley Mostansah, de convertirse al cristianismo
y crear una base militar en Túnez para atacar Egipto.
En 1270 se organizó la expedición
que embarcó en el puerto de Aguas Muertas, Francia, con dirección a Túnez. Pero
al llegar el rey Luis descubrió que el tunecino le había engañado, por lo que
decidió sitiar la ciudad. Durante el asedio los cruzados sufrieron una epidemia
de peste que provocó la muerte de muchos, entre ellos el propio Luis IX, su
hijo y el legado pontificio.
A la muerte de Luis, el nuevo rey
Felipe III asumió el mando de la cruzada. Logró un acuerdo con el rey tunecino
por el que se establecía el libre comercio con Túnez y se garantizaba la
residencia para monjes y sacerdotes en dicho territorio. Tras el acuerdo Felipe
se embarcó y una tormenta destruyó varias naves pereciendo más de 4.000
cruzados. Los supervivientes se negaron a seguir al rey francés.
Poco después, en 1274, el Papa
Gregorio X exhortó a otra cruzada, y aunque algunos soberanos prometieron
participar en ella, nunca se llevó a cabo.
Las Cruzadas (X): La Novena Cruzada (1271-1272)
La Novena
Cruzada se considera la última gran cruzada medieval emprendida. Tuvo lugar en
1271–1272 después del fracaso de Luis IX de Francia para capturar la ciudad de
Túnez en la Octava Cruzada.
La Novena
Cruzada fue emprendida por el futuro Eduardo I de Inglaterra, y comenzó con las
noticias de que el sultán mameluco de Egipto, Baybars, había reducido el Reino
de Jerusalén, el más importante estado cruzado, a una pequeña franja de tierra
entre Sidón y Acre.
En 1271 y
principios de 1272 Eduardo luchó contra Baybars después de firmar alianzas con
algunos de sus oponentes, como los mongoles. En 1272 Eduardo entabló contacto
para firmar una tregua, pero Baybars trató de asesinarlo. Entonces Eduardo
comenzó los preparativos para atacar Jerusalén, pero cuando estaba listo para
el asedio llegó la noticia de la muerte de su padre, Enrique III de inglaterra.
Eduardo, como heredero al trono, decidió regresar a Inglaterra y firmó un
tratado de paz con Baybars. Así concluiría la Novena Cruzada y última de las
cruzadas de las Edad Media.
La
expedición organizada por el Príncipe Eduardo de Inglaterra estuvo falta de
recursos y de tropas. Sin embargo, consiguió una tregua de diez años y casi
veinte años de supervivencia de los reinos cristianos de Oriente. Después de
concluidas las treguas, en 1291, los mamelucos conquistaron todos los
territorios cristianos en Siria.
Con la
Novena Cruzada acababa el período de las Cruzadas en "Tierra Santa",
208 años después de que el Papa Urbano II predicase la Primera Cruzada.
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