Hoy contaré un caso curioso,
denominado Sesgo de Supervivencia, que en la WWII llevo, mediante la
observación de los impactos a los bombarderos aliados que regresaban de una
misión a distorsionar la realidad y “casi” provocar una catástrofe.
Historia
Durante la Segunda Guerra Mundial
las fuerzas aéreas estadounidenses se comenzó una iniciativa para reducir la
cantidad de bombarderos derribados por el enemigo, pero el blindaje integro no
era una solución viable, por su excesivo peso, pero determinaron que lo mejor
era blindar sólo las zonas vulnerables.
Toma de datos
Para ello los Aliados tomaron nota
de dónde sufrían más daños los aviones que regresaban. La lógica de ello
era que con esos datos podrían tomar una decisión de qué partes reforzar del
avión y reducir así las bajas.
El esquema que resultó de aquel análisis fue lo
siguiente:
Para muchos la conclusión era muy
clara, ya que parecía evidente que era reforzar las puntas de las alas, los
timones y el centro del avión, que, de acuerdo al esquema, era donde más
disparos recibían los aviones.
Una visión sin distorsiones
Abraham Wald, un estadístico judío,
que vino de Viena escapando de las deportaciones nazuis, y que una vez llegó a
Estados Unidos empezó a trabajar para defensa, hizo una observación totalmente
opuesta a lo que se pensaba: propuso reforzar la cabina, los motores y la parte
trasera del cuerpo. O sea, donde no se tenía registro de los impactos.
¿Por qué reforzar esas áreas donde
no observaba impacto alguno? La consideración de Wald es lo más lógico, pero a veces cuesta entenderlo, ya que sólo estaban
observando los impactos en los aviones que SI regresaban.
Era evidente que Wald supuso que los
impactos en las zonas señalizadas no eran vitales, ya que aun habiendo
recibido impactos, algunos incluso de grandes consideraciones, los aviones
conseguían volver a base.
En cambio, era evidente que los
aviones que habían sido derribados eran a los que se les impactó en las zonas
no marcadas, ya que eran más sensibles a la volabilidad del bombardero.
Se trata de un brillante ejemplo sobre
de qué manera la generalización a partir de unas observaciones
sesgadas puede distorsionar nuestra percepción de la realidad, en este caso
hasta el punto de confundir las zonas más vulnerables precisamente con las
menos vulnerables. Pero por ejemplo en un sondeo de opinión se suele
entrevistar solo una muestra de unas cientos o miles de personas, a partir de
la cual se generaliza para toda la población. ¿De qué depende entonces
si son legítimas o no las generalizaciones?
Ya pasó antes
Un problema similar ocurrió durante
la Primera Guerra Mundial, cuando se introdujeron los cascos en los ejércitos
de la contienda.
Al inicio de la contienda, la
mayoría de los soldados llevaban gorras, por lo que cuando recibía un impacto
en la cabeza, había poca probabilidad de sobrevivir. Al recibir el mismo
impacto llevando un casco, tenía más posibilidades de sobrevivir.
La realidad no era que un soldado recibían
menos heridas en la cabeza por llevar casco, sino que tenían más posibilidades
de sobrevivir a heridas que de otra forma serían mortales.
Conclusión
La realidad es que aun sabiendo que
el Sesgo de Supervivencia es un hecho científico real, aun hoy solemos obviarlo
y hacer conjeturas sobre los datos distorsionados que recogemos.
En casos de querer mejorar el
rendimiento de un avión, un blindado o la supervivencia de un soldado, no
debemos partir de los datos que tenemos, sino de los que no tenemos.