Hace poco estube mirando otro blog que me gusta mucho y encuentro mucha información interesante y útil. Este blog es Paseando por la Historia.
En él podemos encontrar articulos tan
interesantes como el de las cruzadas, que ya va por su septimo capítulo
yu, francamente, no hay despercidio.
Las Cruzadas fueron una serie de
campañas militares contra los musulmanes que habían conquistado
Jerusalén en el año 1076. Para los cristianos Jerusalén era el lugar más
sagrado que existía en el mundo y llegaron a llamarla “Ciudad de Dios”.
Sin embargo, para los musulmanes también era un lugar de vital
importancia, ya que allí se halla la “Cúpula de la Roca”, punto desde el
cual Mahoma supuestamente ascendió a los cielos. Estas guerras duraron
casi 200 años, desde el 1095 hasta el 1291 aproximadamente (los
historiadores no se ponen de acuerdo sobre la fecha de finalización de
la última cruzada).
El término “cruzada” tiene su
origen en la cruz de tela que llevaban sobre la ropa los participantes
en estas guerras, y ha sido utilizado desde la Edad Media hasta nuestros
días para designar cualquier lucha emprendida contra los que la Iglesia
ha considerado infieles, bien sean musulmanes, paganos, herejes,
excomulgados e incluso los republicanos españoles durante la Guerra
Civil.
El origen de las Cruzadas tiene
mucho que ver con la expansión de los Selyúcidas en el Próximo Oriente y
su conquista de Siria y Palestina. Otros pueblos turcos penetraron
también en el Imperio Bizantino sometiendo a griegos, sirios y armenios,
por lo que las Cruzadas fueron la respuesta del cristianismo occidental
a estos sucesos, aunque también fueron el resultado de la ambición de
unos papas ávidos de más poder político y religioso. Se podría decir que
el ejército cruzado fue el brazo armado de la política papal.
Por otra parte, los historiadores ven
como otra posible razón para la puesta en marcha de las Cruzadas el gran
crecimiento de la población europea y de la actividad comercial entre
los siglos XII y XIV. Las expediciones a Oriente darían salida al exceso
de población y a las ambiciones de nobles y caballeros, ávidos de
tierras y riquezas, aunque lo cierto es que participar en una cruzada no
era nada barato para un caballero que se costease él mismo la
expedición, ya que le suponía un gasto muy superior a sus ingresos
habituales, eso sin contar los peligros a los que se exponía.
Sin embargo, a pesar de que las
Cruzadas eran una empresa cara y peligrosa tuvieron gran aceptación
entre la sociedad de la época. Era una sociedad de creyentes acérrimos
manipulados por la Iglesia y los cruzados estaban convencidos de que su
participación en estas guerras les garantizaba la salvación espiritual.
En marzo de 1095, el Papa Urbano II
recibió una petición de ayuda del emperador de Bizancio Alejo I Comneno,
que le solicitaba el envío de mercenarios cristianos para combatir a
los selyúcidas, que se habían adueñado de Asia Menor y habían ocupado
los Santos Lugares. Para debatir el asunto, el Papa Urbano convocó en
noviembre de ese mismo año el Concilio de Clermont, donde pronunció un
dramático llamamiento dirigido a todos los cristianos occidentales para
que tomasen las armas y acudiesen a defender Tierra Santa.
Los terratenientes que
participaran en la expedición tenían garantizada la defensa de sus
tierras por parte de la Iglesia hasta su regreso. Los delincuentes
verían perdonados sus delitos y los nobles de vida disipada verían
olvidados sus deslices. En definitiva, todo aquel que cayera luchando
por la verdadera fe, obtendría el perdón a todos sus pecados.
Los caballeros que oyeron la
exhortación papal cortaron unos paños rojos en forma de cruz y se los
colgaron en el pecho como signo de que querían participar en la
expedición que proponía Urbano II. Al grito “Deus vult!” “¡Dios lo quiere!”, se ponía en marcha la Primera Cruzada.
Roberto II de Normandía luchando contra los musulmanes durante el Sitio de Antioquía |
Al mismo tiempo que Urbano II, varios
predicadores entre los que destaca Pedro el Ermitaño, encendieron los
ánimos de la gente más humilde llegando a reunir un gran ejército de
campesinos, artesanos, mujeres y niños que pretendía conquistar
Jerusalén por su cuenta. Este ejército desorganizado y sin ningún tipo
de preparación militar fue duramente masacrado.
En junio de 1097 se conquista
Nicea, capital de Rum, el sultanato turco de Asia Menor, que queda bajo
soberanía bizantina. A esta primera victoria le sigue una durísima
marcha hacia Siria, con el triunfo en la crítica batalla de Dorilea el 1
de julio. Luego, entre octubre de 1097 y junio de 1098 se estanca ante
las murallas de Antioquia.
Cruzada de Pedro el Ermitaño |
La victoria, el 28 de
junio, facilita el camino hacia el sur, pero los príncipes, en lugar de
avanzar, permanecen en la región mientras de disputan el botín. El gran
triunfador es Bohemundo, que obtiene el gobierno de Antioquia en
detrimento del conde de Tolosa. En vez de marchar hacia Jerusalén, tras
la conquista de Antioquia los jefes cruzados pasaron meses disputándose
el botín.
El día 6 de julio, el provenzal
Pedro Desiderio comunica que el obispo Ademaro se le había aparecido.
Afirma que el eclesiástico insta a los jefes cruzados a ceder en su
egoísmo, a ayunar y a marchar descalzos en torno a Jerusalén, tras lo
cual conquistarán la ciudad al cabo de nueve días. El asalto comienza en
la noche del 13 al 14 de julio, a cargo de 12.000 infantes y 1.200 o
1.300 caballeros. El viernes 15 de julio, el ejército cruzado conquista
Jerusalén. Dos días después, los cruzados eligen al gobernante de
Jerusalén Godofredo, cuyo enfrentamiento con Raimundo de Tolosa marcará
el final de la cruzada. El nuevo patriarca de Jerusalén expulsó de la
iglesia del Santo Sepulcro a todos los sacerdotes de ritos orientales.
La primera cruzada fue la única
que triunfó de las ocho que hubo a lo largo de dos siglos. El
despropósito duró tres años, empleados en la toma de Nicea, Antioquía y
Jerusalén, logros a los que ayudó la división interna del enemigo
musulmán. El gran desconocimiento geográfico de los cruzados hizo que se
embarcaran ingenuamente en un viaje de proporciones que excedían a su
imaginación.
La Segunda Cruzada (1147-1149)
Mientras
la primera generación de cruzados se asentaba en sus nuevos dominios
de ultramar en un vano intento de afincarse definitivamente, los estados
musulmanes se fueron cohesionando en el siglo XII. En el Oriente
musulmán se crearon alianzas estatales más o menos importantes.
Los invasores de Occidente
encontraban una creciente resistencia, aunque no sólo por parte del
mundo musulmán. Cada año empeoraban las relaciones de los estados
cruzados con Bizancio. Los gobernantes bizantinos veían con malos ojos
al reino de Jerusalén, surgido en territorio que había pertenecido a su
imperio. Sobre todo irritaba a las altas esferas de Bizancio la
existencia del principado normando de Antioquía. La situación se hizo
muy crítica en 1137, cuando el emperador bizantino Juan Comneno llegó
con sus tropas a Antioquía y tomó la ciudad, aunque por poco tiempo.
Mientras, los selyúcidas
asestaron a los cruzados el primer golpe de importancia. Zengi, emir de
Mosul, tomó y destruyó la ciudad de Edesa en 1144, apoderándose luego de
todo el territorio de ese condado. La caída de Edesa puso en serio
peligro la existencia del resto de los estados cruzados.
Papa Eugenio III |
Fueron enviados con
urgencia embajadores al Papa Eugenio III, para pedirle que “el
victorioso coraje de los francos” protegiese a Oriente de las nuevas
desdichas. Eugenio III envió rápidamente un mensaje a Luis VII, rey de
Francia, instándole a asumir “la defensa de la fe”. El Papa urgía el
envío de tropas prometiendo a los participantes la bendición apostólica,
la absolución de los pecados y la exención de impuestos.
Igual que medio siglo antes, en
Occidente fue desplegada una gran campaña en favor de una nueva
expedición a Oriente. El más enérgico inspirador de la cruzada y su
promotor fue Bernardo de Claraval, prior de los cistercienses y uno de
los líderes más reaccionarios del catolicismo de la época. En él recayó
el encargo del Papa Eugenio de predicar la cruzada.
Al llamamiento de Bernardo de
Claraval y de sus colaboradores acudieron numerosos pobres,
principalmente de las regiones azotadas por el hambre. No obstante, en
las masas campesinas apenas existía aquel entusiamo religioso de la
primera cruzada. Por el contrario, las bulas papales y los sermones de
Bernardo de Claraval fueron recibidos calurosamente por los señores
feudales. Igual que la primera vez, numerosos caballeros guiados por la
posibilidad de lucrarse abrazaron la causa. Personajes ilustres
franceses como los condes Alfonso de Tolosa y Guillermo de Nevers,
Enrique -heredero del condado de Champaña- y el conde Tierry de Flandes,
se mostraron dispuestos a hacer la guerra a los paganos.
Bernardo de Claraval |
En la segunda cruzada
participaron por primera vez testas coronadas: el primero fue Luis VII
de Francia y luego Conrado III Hohenstaufen.
La decisión definitiva de
iniciar la campaña fue adoptada en una reunión de la nobleza francesa en
Etampes, en febrero de 1147. En dicha reunión estuvieron presentes los
embajadores alemanes. En el verano de 1147 fueron formadas las milicias
de cruzados de Francia y Alemania. Cada una estaba compuesta por 70.000
caballeros aproximadamente, que fueron seguidos por muchedumbres de
millares de campesinos pobres.
Cuando ambos reyes llegaron a
Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco
importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación
del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y
sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y
aliado del rey de Jerusalén.
Los cruzados atacaron Damasco
desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante
aprovisionamiento de víveres. Llegaron el 23 de julio, con el ejército
de Jerusalén en vanguardia, seguido por Luis, y a continuación Conrado,
en la retaguardia. Los musulmanes estaban preparados para el ataque y
hostigaron constantemente al ejército, avanzando por las huertas. Los
cruzados consiguieron abrirse camino y expulsar a los defensores al otro
lado del río Barada y a Damasco; llegados al pie de las murallas,
emprendieron inmediatamente el asedio de la ciudad. Damasco había pedido
ayuda a Saif ad-Din Ghazi I de Aleppo y Nur ad-Din de Mosul, y el visir
Mu'in ad-Din Unur.
Luis VII de Francia |
Los cruzados no podían
ponerse de acuerdo sobre a quién le correspondería la ciudad en caso de
que la conquistaran. El 27 de julio decidieron trasladarse al lado este
de la ciudad, que estaba menos fortificada pero era menos rica en
comida y agua. Por entonces Nur ad-Din ya había llegado, y les fue
imposible regresar a su posición anterior. Primero Conrado, y luego el
resto de los cruzados, decidieron levantar el sitio y regresar a
Jerusalén.
La expedición fue un fracaso, ya
que tras solo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados
se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil
consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que
progresivamente iba cercando los estados francos. Más tarde, el ataque
por parte de Balduino II a Egipto, iba a provocar la intervención de Nur
al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino
para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.
Fuentes:
- Historia Universal
- Wikipedia
- www.monografias.com
- www.erain.es
- Historia de las cruzadas - Mijail Zaborov
- Historia de las cruzadas - Mijail Zaborov
Para saber más:
Cruzadas. Trabajo sociales - La Cruzada popular
De Reyes, Dioses y Héroes - Pedro el Ermitaño
www.oocities.org - Discurso de Urbano II en el concilio de Clermont de 1095
www.ranimirum.com - Segunda Cruzada
Reocities - San Bernardo y la Segunda Cruzada
Imperio Bizantino - La II Cruzada (el sitio de Damasco)
Reocities - San Bernardo y la Segunda Cruzada
Imperio Bizantino - La II Cruzada (el sitio de Damasco)
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